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Luis Bonet Ferrer: "España casi siempre llega tarde a todo, pero cuando por fin llega, sorprende"

"El futuro de las empresas está en crear valor añadido, en la marca, en innovar y en internacionalizarse, por eso hay que apoyar a las pymes para salir fuera"

Luis Bonet, presidente de la Cámara de Comercio de España y de Freixenet. // Irma Collín

Luis Bonet Ferrer, miembro de una relevante dinastía catalana de los negocios, presidente de Freixenet, de la Cámara de Comercio de España, de la Feria de Barcelona y del Foro de Marcas Renombradas Españolas sostiene que ya se superó la crisis y que la recuperación se ha consolidado. Para seguir creciendo ve primordial que las pymes salgan al exterior.

-¿Cómo ve la situación económica española?

-Bien. Se superó una crisis durísima. En 2013 se salió de la recesión, en 2014 se inició la recuperación y en 2015 se consolidó

-¿Qué contribuyó a ello?

-Los factores son múltiples. Entre ellos destaco la actitud de los españoles, porque somos especialistas en meternos en problemas, pero también lo somos en salir de ellos. También las reformas que hizo el Gobierno, que pueden ser insuficientes, pero son importantes. Otro factor fue la pertenencia a la Unión Europea. Esto fue clave. Sin este factor, no hubiésemos salido. Y también ha sido decisivo el sector exterior y aquí incluyo la llegada de turistas y nuestras exportaciones e inversiones en el extranjero, que van ligadas. Ya tenemos una plataforma de 500 multinacionales españolas. Y algunas pymes han empezado ya a hacer el recorrido. Tenemos una gran oportunidad para protagonizar otro gran avance en los próximos diez años y por eso hay que ayudar a las pymes a que salgan al exterior.

-¿No hay riesgos crecientes en el exterior para que se consolide la recuperación?

-Sí. Hay problemas en China, en otros países emergentes y la UE se debilita. Pero me preocupan menos. España tiene la ventaja de haber llegado tarde. El PIB de España no llega al 2% del PIB mundial. Tenemos por delante un recorrido inmenso y tenemos vientos favorables, como el petróleo barato, que favorece mucho a quienes lo compramos. También es favorable la política monetaria del Banco Central Europeo. Su presidente, Mario Draghi, está acertando porque sus medidas facilitan la financiación. Pero, en fin, confieso que yo soy un optimista visceral.

-¿Y hay riesgos internos?

-Sí. La incertidumbre política y el desafío secesionista. Pero no preveo que Cataluña se separe de España. Hay que hablar. Los empresarios estamos en la cultura del diálogo y del entendimiento.

-¿Cree que el Gobierno debería hablar con la Generalitat?

-Sí. Se habla poco y falta consenso. El resultado electoral del 20 de diciembre dice que los españoles quieren que las fuerzas políticas se entiendan. Hay mucho que hablar, aunque haya "líneas rojas" que no se deben cruzar

-¿Cuáles son?

-Las que están en la Constitución de 1978 (la unidad de España y de mercado, la democracia, el Estado de Derecho, el Estado de Bienestar y la economía social de mercado, del que las empresas son la clave) y la pertenencia a la UE. Estos son los fundamentos del orden establecido.

-Usted enfatiza la salida al exterior de nuestras empresas, pero, aunque con una balanza de pagos positiva, España sigue con déficit comercial.

-Eso ha sido lo tradicional, pero está cambiando la actitud y la mentalidad de los empresarios. No queda otra opción que el mercado global. Hubo empresas que ya lo hicieron mucho antes. Mi abuelo empezó a hacerlo en Freixenet en los años 30 y tras esta crisis lo han empezado a hacer muchas pymes. Vieron que las empresas con posición en el mundo tuvieron dificultades, pero mucho menos que las que sólo operaban en el mercado nacional. Constataron que deben adaptarse a la globalización.

-En las empresas españolas predomina el tamaño muy pequeño. ¿Esto es un inconveniente o una oportunidad?

-Es un inconveniente, pero también una oportunidad. Lo he vivido. Crear marca, innovar, internacionalizarte? te lleva a un círculo virtuoso. La internacionalización te hace ser competitivo y la competitividad te lleva a internacionalizarte. Ambos factores van de la mano. El cambio de mentalidad es capital. Si tienes las tres T (talento, trabajo y tenacidad), lo consigues. Del éxito de este empeño depende el bienestar de la gente. Los actores sociales más importantes son los empresarios. Yo no conozco otra alternativa seria. No nos carguemos la economía social de mercado.

-¿Hay riesgo de que ocurra según quién gobierne España?

-No. No ocurrirá porque tampoco la sociedad española lo permitiría. Lo que hay que hacer es trabajar. Y en la política hay que hablar. Si no se dialoga, no hay debate. Lo que hay son discursos unilaterales. Y no se avanza.

-El debate soberanista ha creado fracturas internas en Cataluña y también entre Cataluña y el resto de España. ¿Se podrán restañar?

-Desde luego. Pero no hablaría de fracturas, sino de tensiones. Lo que hay que hacer es hablar y entenderse. Yo no veo la secesión. Somos todos los mismos, aunque no seamos iguales porque los catalanes somos catalanes, y los gallegos, gallegos. Pero somos de un tronco común. No entiendo cómo algunos lo niegan. Estamos en España y en la UE.

-Hay posiciones antiespañolas y posiciones anticatalanas. El llamamiento al boicot al cava ustedes lo compensaron exportando más. Pero ¿agrandó los recelos recíprocos?

-Eso fue tirar piedras al tejado propio. Es un despropósito. El cava, como todo el sector del vino, es ganador en el mundo. Pero comercialmente no lo hemos hecho bien. El consumo de cava y vino por habitante es inferior al que debería ser. Tenemos que reconocer nuestra culpa. No hemos sabido unirnos. Hay muchas bodegas y mucha atomización en el sector. Y además hay guerras intestinas. La exportación de vino y cava va cada día mejor, pero casi la mitad es a granel. Antes era todo. Hemos avanzado mucho pero aún nos queda trabajo. El mundo va hacia la marca y hacia el valor añadido.

-¿Esa apuesta no sigue pendiente en la economía española?

-Fui uno de los creadores del Foro de las Marcas Renombradas Españolas, que presido. En 1999 nos reuníamos cuatro o cinco empresarios catalanes en una cafetería de la avenida Diagonal de Barcelona para "conspirar". Luego se unió Inditex. Lo que había entonces era un modelo basado en el ladrillo especulativo. Llegamos a la conclusión de que ese modelo no era el correcto y que había que apoyar la economía productiva, la marca, la proyección internacional y la innovación. Encontramos mucha receptividad en Josep Piqué, que entonces era ministro de Industria, y que entendió nuestro planteamiento. Hicimos un ejercicio de colaboración público-privada y creamos una institución que indicara el modelo a seguir. Cuando se derrumbó el ladrillo, la gente se sintió huérfana. El modelo no es ése, sino el que viene.

-¿Hay recorrido para ello?

-Todo. Aunque España casi siempre llega tarde a todo, cuando por fin llega, sorprende. Por eso somos una economía tan pendular.

-¿La empresa familiar es imprescindible en la economía?

-Es fundamental. De hecho, lo son la mayoría. La empresa familiar tiene la máxima potencia cuando hay cohesión interna. Pero cuando hay disensiones no tiene futuro. En ese caso, o se resuelve el conflicto o la empresa acaba mal.

-Ustedes viven ahora una de esas divisiones en el seno de su familia. ¿Está en venta Freixenet?

-Existe la división, pero se agrandó en los medios. Hoy no hay oferta alguna de compra de la empresa. El 30 de marzo iba a haber un consejo de administración en el que quizá se plantease alguna propuesta, pero el consejo se suspendió porque falleció mi tía Carmen. Quizá cuando se celebre se presente la propuesta,

-Si la oferta fuese buena, ¿venderían?

-No tiene sentido especular.

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