Las Bolsas europeas recibieron con entusiasmo las nuevas medidas de estímulo del BCE. Es lo lógico cuando el banco central se pone a fabricar dinero para comprar deuda, prevenir la deflación, hundir los tipos de interés, impulsar el crédito bancario y depreciar la moneda. Pero la euforia se apagó en seguida. Las grandes plazas europeas cerraron a la baja (entre el 0,5% y el 2,3%), con la salvedad del Ibex 35, que logró un tímido avance del 0,07%.
También el euro tuvo un comportamiento errático: primero se comportó según los cánones (cayó desde1,103 dólares de la víspera hasta 1,0850) pero terminó subiendo a 1,12 dólares. Y los tipos de interés de los bonos públicos a diez años (salvo los de Grecia, que retrocedieron) tampoco lo festejaron: avanzaron, aunque con cautela, en vez de retroceder.
La drástica decisión del BCE de ayer (superior a la esperada) decepcionó porque evidencia hasta qué extremo preocupa al eurobanco la deriva de la economía. Y creó una inquietud adicional: se constata que el BCE se está quedando sin munición.