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Una nueva botadura para Senén Touza

Enrolado al mar desde el libro de familia, el ejecutivo de Marín es el nuevo administrador judicial de Vitaldent - Repite singladura con su compañero en Pescanova, Santiago Hurtado

Una nueva botadura para Senén Touza

Santiago, el protagonista de El viejo y el mar de Hemingway, "decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren". "A veces los que la quieren hablan mal de ella", de la mar, porque "concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo". Y hay familias casadas con esa mar buena y perversa; saben hacer un as de guía y conocen el curricán; que, si no soplaba del norte en la Ría de Aldán, tenían un abuelo con una motora para ir a la robaliza con la liña; que cogían caramuxos con la marea baja y se manchaban los pies del alquitrán de las bateas y no pasaba nada. Una de esas familias es la de Senén Touza Touriño, hijo de Senén Touza Ferrer, ex armador y ex presidente de la Cooperativa de Armadores de Marín. "Un chico normal" que desembarcó en Pescanova para gestionar el mayor concurso de acreedores de una empresa no inmobiliaria de la historia empresarial española. Su empresa, Deloitte, lo bota ahora a otro reto: la administración judicial de Vitaldent.

Su paso por la segunda multinacional de Galicia no se puede entender sin su compañero Santiago Hurtado Iglesias. Los dos llegaron a una compañía armada en torno a la figura de Manuel Fernández de Sousa, tres décadas cosido a la presidencia. Touza, responsable de Restructing Services en España en Deloitte, transmitió tranquilidad a la plantilla desde el primer momento. "Van a poner toda la carne en el asador para conseguir una salida, el tejido industrial no está afectada porque las decisiones irán más a la parte financiera". Era 2 de mayo de 2013, acababa de aterrizar en Chapela y calmaba a la plantilla a través de Francisco Vilar (CC OO). "No lo tuvo fácil, no es fácil calmar a cien bancos de todo el mundo", explica un histórico de la empresa. Los hombres de negro de Deloitte llegaban a Pescanova en concurso de acreedores, con su mayor filial española en preconcurso (Pescafina), con las subsidiarias de Chile y Argentina en suspensión de pagos, sin liquidez y con el prestigio societario ausente.

Enseguida su trabajo fue valorado por las principales entidades financieras acreedoras, que resucitaban el steering commitee que se había ido al traste cuando, pese a tener plazo de negociación con el preconcurso, Fernández de Sousa solicitó la antigua suspensión de pagos. "Se lo curraron mucho, son muy buenos. Estaban implicados y comprometidos", recuerdan desde uno de los bancos españoles del G7. Y el padre de Touza, que lo había botado al extranjero a un negociado fuera de los aparejos, le echaba flores con su peculiar vuelta a la mar. "En mi casa siempre oyeron hablar de mar. Iba a la lonja desde los 14 años, venía a las descargas". Un loco del Celta. "Un chico normal".

"Todo cobro, pago o compromiso económico solo será válido y efectivo con la firma de la administración concursal. A partir de este momento, los requerimientos de información que pueda dirigir Pescanova se instrumentarán por teléfono y correo electrónico". Esta comunicación desvelada por FARO fue dirigida por el equipo de Touza solo seis días después de asumir la gestión de la empresa, y se atrevía a lanzar una advertencia a la antes plenipotenciaria cúpula. "Los miembros del consejo [...] deben abstenerse de hacer uso de sus poderes y tienen el deber de colaborar e informar a la administración concursal". Como pedir a un niño que devuelva el juguete que acaba de desembalar con frenesí. Eso hicieron Senén Touza y Santiago Hurtado, reforzados de inicio por Manuel Roca de Togores, Manuel Gordillo, Antonio Grajera, M. Costas y Raúl Chamorro.

Como el barniz de salitre de la infancia poco iba a ayudar a pilotar el tercer grupo pesquero de Europa, el administrador concursal confió en altos directivos de área de la compañía: José Luis Lago, José Fafián, Ángel Matamoro, Álvaro Ozores, David Troncoso o Rafael Prieto. "Tenemos una bala para convencer a todo el mundo de que el Grupo unido tiene viabilidad como proyecto y es ésta", arengaba Touza a la dirección de Pescanova, según la documentación que uno de los remitentes facilitó a este periódico. "Entiendo que estáis muy cansados [...] Los consultores siempre pedimos la luna", decía, quedando a disposición de la plantilla "para cualquier cosa". Era agosto y Pricewaterhouse Coopers (PwC) elaboraba el plan de viabilidad. Era la "bala", la munición que Senén Touza hizo suya para convencer que Pescanova podía sobrevivir. Y sobrevivió pese los vaivenes societarios y los líos entre accionistas, que llegaron a poner en jaque la viabilidad de las subsidiarias españolas.

Bailó con 151 filiales, se firmaron pactos stand-still con treinta bancos para frenar el intento de "dinamitar" algunas de ellas, sonrió cuando todas las subsidiarias españolas (sobre todo por Frinova y Bajamar Séptima) se salvaron y fue como si fueran suyas. Ahora un juzgado de Majadahonda necesita de su experiencia para salvar la red de clínicas Vitaldent, con 5.000 empleados y un acreedor de 100 millones de euros (Intermediate Capital Group) que confía en el equipo salvador de Pescanova, la de "lo bueno sale bien". Ya se manchó de alquitrán otras veces y, con suerte, ahora tampoco pasará nada.

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