Un docena de países de la cuenca del Pacífico, incluyendo a Estados Unidos, Japón, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, han culminado cinco años de negociaciones con un pacto para sellar el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), que reducirá las barreras comerciales y fijará estándares comunes para la región.

El acuerdo, que afectará aproximadamente a un 40% de la economía mundial, deberá aún superar un largo proceso hasta su aprobación definitiva, incluyendo la ratificación del texto por parte del Congreso de Estados Unidos y las autoridades del resto de países firmantes.

Los países firmantes del TPP han acordado reducciones de aranceles en sus intercambios y reglas comunes para variopintos sectores que van desde la industria farmacéutica hasta la automovilística. El acuerdo comercial consta de 30 capítulos que cubren diversos asuntos como el intercambio de bienes y servicios, los procedimientos aduaneros, así como medidas fitosanitarias y sanitarias, barreras técnicas de entrada o comercio electrónico.

Uno de los aspectos más controvertidos en la ronda final de las negociaciones que se han desarrollado en Atlanta desde el pasado miércoles era el de la vigencia de las patentes para la protección de la explotación de medicamentos biotecnológicos de última generación, ya que Estados Unidos buscaba un período de 12 años de protección y otros gobiernos, como Australia o Nueva Zelanda demandaban un periodo de cinco años. La restricción que quiere imponer EE UU, presumiblemente para favorecer a sus corporaciones farmacéuticas, limita el desarrollo local de medicamentos genéricos accesibles para la población con bajos ingresos de los países asociados.

El acuerdo tiene un hondo significado económico y político. Afecta al 40% del PIB mundial y a una población de casi 800 millones de personas, y contribuye a inclinar el eje del Mundo hacia la región Asia-Pacífico, considerada altamente estratégica por la Administración Obama. EE UU libra allí una batalla por contener la influencia de China. La firma del TPP está así considerada como un contrapeso frente al coloso asiático, ajeno a las negociaciones.

El propio Barack Obama hizo ayer una referencia a Pekín en sus primeras manifestaciones sobre el Acuerdo Transpacífico: "No podemos dejar que países como China dicten las reglas de la economía global", dijo el presidente de EE_UU. El pacto con Japón y los demás socios, negociado en secreto durante los últimos años, puede ser uno de los principales legados de su paso por la Casa Blanca.

"Esta asociación nivela el campo de juego para nuestros granjeros y fabricantes eliminando más de 18.000 impuestos con los que diversos países gravan nuestros productos", destacó también Obama. Por su parte, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, declaró que el acuerdo representa "un gran resultado, no sólo para Japón, sino para el futuro de Asia-Pacífico".

Pero el TPP aún tiene por delante una carrera de obstáculos dentro de cada país y particularmente en EE_UU. El texto tiene que ser aprobado por el Congreso, donde incluso el Partido Demócrata que respalda a Obama se muestra dividido. Un sector considera que el Acuerdo Transpacífico supone una victoria para las grandes corporaciones multinacionales. Los sindicatos estadounidenses temen nuevas oleadas de deslocalizaciones y de devaluación de las condiciones de trabajo. Ayer, algunos de sus dirigentes reclamaron que se haga público de inmediato el contenido de los acuerdos.