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El mundo, pendiente de la Reserva Federal

El banco central de EE UU comienza hoy una reunión de dos días para decidir si emprende la primera subida de los tipos de interés

Janet Yellen.

La Reserva Federal (el banco central de EE UU) comienza hoy la reunión de dos días en la que su Comité de Mercado Abierto (el órgano encargado de la política monetaria en EE UU) deberá decidir si acomete o sigue postergando la primera subida de los tipos de interés en nueve años.

La decisión, con efectos globales, es trascendente porque determinará si el mayor banco central del planeta comienza o aplaza el repliegue de la insólita política ultraexpansiva que emprendió a fines de 2008 para combatir la más grave crisis internacional desde la Gran Recesión de 1929, y cuya orientación heterodoxa fue secundada por las principales autoridades monetarias del mundo con la más gigantesca operación que se haya realizado de inyecciones masivas de liquidez, reducciones de los tipos de interés hasta el límite del 0% y despliegues de expansión monetaria en tres continentes para doblegar un desplome de la actividad económica no conocida en 70 años.

La disyuntiva de la Fed está sometida a presiones y fuerzas argumentales de signo contrario, tanto sobre el momento en el que debe actuar como sobre el espacio en el que debe centrar su atención para tomar la decisión.

Mientras importantes instituciones multilaterales, analistas y poderes económicos esgrimen las dudas e incertidumbre sobre la consolidación de la recuperación global para aconsejar el mantenimiento de una política monetaria ultrarrelajada hasta tanto no se verifique la fortaleza de la economía, grupos y actores análogos sostienen, por el contrario, que ha llegado el momento de empezar a retirar, siquiera de forma gradual, la sobremedicación por las gravísimas distorsiones y efectos secundarios que se pueden estar gestando en la economía global como consecuencia de la persistencia de unas condiciones insólitas de relajación monetaria nunca vistas, y que han dejado exhaustos y sin capacidad de reacción a los bancos centrales en caso de que una recaída en la recesión hiciese imprescindible de nuevo su concurso.

Los grupos favorables a poner fin a los tipos en el 0% le exigen que actúe -de acuerdo con su mandato- en función de los indicadores de la economía de EE UU y reclaman por ello un vuelta sin dilación a la normalidad monetaria una vez que el país creció en el segundo trimestre a un ritmo anual del 3,7%, según el Departamento de Comercio, y toda vez que el desempleo, en el 5,1% sobre población activa, está ya cerca de su tasa natural o pleno empleo técnico, por más que persistan en la desocupación ocho millones de personas y la tasa de subempleo o empleo precario se estime en el 10,3%.

Frente a esta exigencia se erige la de quienes alertan a la Fed de la repercusión global de una retirada de estímulos por parte de la mayor potencia del planeta cuando el comercio internacional se ha debilitado, el paro mundial sigue muy alto, persisten los elevados endeudamientos públicos y privados, Europa avanza de modo aún tenue, tres de las ocho mayores economías del planeta (Japón, Canadá y Brasil) han entrado en recesión, China (la segunda potencia por PIB) se desacelera, y muchos países emergentes están siendo golpeados por tres factores: la menor demanda de materias primas (a causa, sobre todo, de China) y el consiguiente desplome de sus cotizaciones, el derrumbe específico del precio de petróleo por el exceso de oferta y un menor consumo y la creciente salida de capitales de esos países por el efecto combinado del empeoramiento de las previsiones sobre sus economías, la expectativa de subida de las tasas de interés en EE UU y el alza consiguiente del dólar, todo lo cual incentiva el retorno de los capitales que antes fluyeron desde el centro a la periferia.

Este complejo entramado de efectos y consecuencia en un mundo interrelacionado explica que mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial reclaman contención a la Reserva Federal y le demandan que mantenga los tipos de interés cercanos al 0% hasta que se disipen todas las conjeturas, el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS), que actúa como coordinador de los bancos centrales, instase a la autoridad monetaria estadounidense a que suba ya los tipos de interés.

Según esta visión, que comparten otro analistas, con el tipo oficial de interés en el 0% se bloquea la percepción de riesgo, se engendran burbujas especulativas y se alientan nuevos endeudamientos temerarios que acabarán eclosionando en futuras crisis, se incentiva el desplazamiento del ahorro hacia inversiones dudosas en la búsqueda de rendimientos apreciables, se alteran los mecanismos de fijación de precios, se somete al sistema financiero -recién recapitalizado- a nuevas tensiones por el estrechamiento de sus márgenes de intermediación y se limita el crecimiento económico porque el dopaje monetario exime a los gobiernos de acometer reformas que fortalezcan la competitividad y porque se asignan mal los recursos en la medida en que, con costes financieros ínfimos, los umbrales de rentabilidad son accesibles para proyectos poco eficientes, lo que drena recursos a aquellos otros que serían capaces de impulsar con mayor vigor la productividad.

Frente a los dos bandos se han erigido algunos bancos centrales de países emergentes que, implantados en economías sometidas a fuertes tensiones desde hace meses por la incertidumbre sobre cuándo la Fed va a iniciar la normalización de su política monetaria, y con qué ritmo e intensidad la va a llevar a cabo, optaron por sugerir a la Reserva Federal que actúe ya para poner fin a una indecisión que es mucho más dañosa y lacerante que un endurecimiento de la política monetaria a condición de que sea moderado y gradual para no desencadenar más volatilidad ni tensiones.

El dilema al que se enfrenta la Fed se plantea cuando ayer se cumplió el séptimo aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, que, con su estallido el 15 de septiembre de 2008, actuó como una espoleta sobre una gigantesca atmósfera explosiva de deuda privada, burbuja inmobiliaria y productos financieros tóxicos. Lehman condujo la incipiente crisis de 2007 a un desplome generalizado y al colapso crediticio. Siete años después la inquietud persiste: el mundo mira ahora a China con preocupación.

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