Hans Peter Van den Broek, profesor de Sociología, es un experto en el desarrollo económico y social de China, país que esta semana ha sacudido los mercados financieros con su crisis bursátil y el temor a un frenazo en su crecimiento. El docente, holandés de nacimiento y asentado en España desde hace años, alerta en esta entrevista sobre las graves consecuencias globales que pueden traer los problemas de China. No cree, en cambio, que esas dificultades económicas vayan a conducir a corto plazo a un cambio de régimen político.

-¿Cómo ha evolucionado la economía de China estos años?

-China ha crecido a tasas superiores al 10%, pero ahora la economía va mal y el Gobierno espera que este ejercicio se pueda conseguir un crecimiento del 7%, que se considera como la línea roja. Por debajo de eso no se generarían los suficientes puestos de trabajo. Pero los economistas piensan que esa estimación es ficticia, que el crecimiento va a ser menor.

-¿Y cómo se fraguó ese espectacular crecimiento anterior?

-En parte por las inversiones públicas en infraestructuras, en polígonos industriales, en vivienda? Ahora hay ciudades enteras sin habitantes. Hay una gran burbuja que en cualquier momento puede explotar.

-Y luego está el problema de la Bolsa.

-Hay un inmenso número de pequeños inversores privados: jubilados, peluqueros, taxistas... que tienen algo de dinero y que juegan en la Bolsa. Todo el mundo. También hay casos de gente que no tiene dinero pero que invierte mediante préstamos. Se ha creado otra burbuja. La gente está invirtiendo en Bolsa, pero el crecimiento de la economía y los beneficios de las empresas actualmente son ahora muy modestos. Así que todo explotó desde el 12 de junio.

-¿Por qué en esa fecha?

-Fue cuando la Bolsa empezó a reaccionar. Y se produjo un efecto en el que el mercado comenzó a reclamar más dinero. Cuando empezó a caer, todos estos pequeños inversores vendieron en masa y se produjo un efecto dominó. Desde entonces, la Bolsa de Shanghái ha perdido un tercio de su valor. Y esa ola llegó a los mercados europeos. Se dice que la pérdida de las bolsas chinas equivale a once veces la deuda griega.

-¿Cómo está actuando la Administración china?

-Es una economía de estado, por lo que el Gobierno tiene una gran influencia sobre la actividad económica. Ha tratado de facilitar la compra de acciones para intentar reactivar la Bolsa. Los bancos han dado dinero a casas de "brokers" para comprar. Incluso en la prensa, también controlada por el Gobierno, se han publicado artículos animando a la gente a adquirir acciones.

-Por lo que se ha visto esas medidas no fueron demasiado efectivas, ¿no?

-Ese es el problema. El once de agosto China devaluó el yuan con el objetivo de facilitar las exportaciones y de dar un nuevo impulso a su economía. Muchas veces los mercados reaccionan con mucha exageración, pero luego hay cosas que llaman mucho la atención. Como el hecho de que un asesor de Gordon Brown, el ex primer ministro de Reino Unido, recomendaba en una entrevista a la gente que comenzara a abastecerse con latas de comida. Esas cosas no ayudan mucho a tranquilizar la situación.

-¿Seguirán las medidas del Gobierno chino?

-Hay pocos países en el mundo con un número tan alto de personas con tan altas capacidades académicas en el gobierno. Un tercio de los cuadros más altos del partido comunista son ingenieros. No son tontos. Pero esto no quiere decir que tengan un gran conocimiento de economía.

-¿Qué consecuencias puede tener para el resto de economías mundiales?

-La ralentización de la economía China implica que las empresas americanas y europeas pueden vender menos allí. Eso tiene consecuencias inmediatas para países que exportan mucho a China, como Brasil, Australia o Sudáfrica, que ya están sintiendo las consecuencias. Los precios de las materias primas han bajado y todo esto puede tener para las economías europeas unos efectos mayores que los de la crisis griega.

-¿Y el riesgo para España?

-Hace poco, España era el país con menos empresas que exportan a China. Pero si las consecuencias se dejan sentir en otros países importantes como Brasil o en otros de América Latina, donde China está invirtiendo mucho en infraestructuras y las empresas españolas tienen muchos intereses, los efectos también se dejarán sentir en España.

-¿El modelo económico de China está agotado?

-Ha funcionado muy bien en las últimas tres décadas, Hay que ver de dónde venía China y dónde está ahora.

-¿Y cómo afectará al Gobierno?

-Todo esto puede tener consecuencias para el liderazgo del Partido Comunista. El actual presidente Xi Jinping es muy popular entre la ciudadanía por su lucha contra la corrupción dentro de su propio partido, gobierno e instituciones. Aunque hay gente dentro del partido que está haciendo todo lo posible para entorpecer esas investigaciones, incluso algún presidente anterior que aún tiene a gente importante en el organigrama. Los problemas económicos pueden tener un efecto muy negativo sobre él. Jinping es un hombre con un liderazgo muy fuerte, mucho más que el anterior de Hu Xing Tao, pero con esta posible pérdida de prestigio muchos pueden aprovechar para hacer algunos cambios. El Partido Comunista de China no es tan monolítico como muchas veces pensamos. Hay diferentes corrientes dentro y esto puede dar lugar a luchas internas y tener consecuencias sobre cómo se llevan a cabo las políticas económicas.

-¿Es posible que está crisis pueda provocar un cambio de régimen político?

-No veo posible el cambio de régimen en un plazo breve. Lo que ha hecho el Gobierno chino hasta ahora es seguir el modelo de Singapur, que es el de una economía de mercado, pero llevado por un partido que tiene todas las riendas en la mano. Lo que se llama el capitalismo autoritario. Incluso, había algún expresidente de Singapur que era asesor del Gobierno chino. El problema es que Singapur es un estado muy reducido y no puedes transportar directamente eso a otro tan enorme como lo es China. La idea del Gobierno era dejar hacer al mercado lo que quisiera hacer, pero teniendo siempre un control por parte del Ejecutivo y sin permitir nada que pueda poner en riesgo el liderazgo del Partido Comunista.