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El impacto adverso del abaratamiento del petróleo

Rusia añade otro episodio a la crisis

La caída del precio del crudo, las sanciones internacionales y el alza del dólar ponen en aprietos a la potencia del Este y hacen temer una suspensión de pagos como la que vivió el país en el año 1998

Las sanciones comerciales y financieras de Occidente a Rusia por su apoyo a los separatistas pro-rusos de Ucrania y la abrupta caída de la cotización internacional del petróleo, que se ha abaratado el 50% en apenas 6 meses, ha colocado a la economía rusa en medio de una virulenta tempestad, cuyas turbulencias han reverdecido los inquietantes recuerdos de la suspensión de pagos del país en agosto de 1998 a resultas también de un desfondamiento del precio del crudo.

Hoy, las dificultades rusas, de consecuencias y efectos imprevisibles, amenazan con convertirse en un episodio más de una crisis internacional sin precedentes desde los años 30 por su profundidad, duración y complejidad, y que no deja de sorprender con su fantástica capacidad para improvisar un inagotable repertorio de sucesivos tensiones que apenas han dado tregua a los leves esbozos de recuperación que se han jalonado en los últimos seis años.

Las sanciones occidentales a Rusia por el conflicto ucraniano y, acto seguido, el derrumbe de los precios del crudo han mermado las exportaciones energéticas del país, dañando su balanza de pagos y el sostenimiento de su economía.

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El crudo representa el 68% de las exportaciones totales del país, el 13,5% de su Producto Interior Bruto (PIB) y la mitad de los ingresos presupuestarios. Se da por hecho que, a los precios actuales, el país entrará en recesión en 2015: el crudo de tipo Brent, de referencia en Europa, se derrumbó de los casi 116 dólares por barril de junio a los 58,5 del pasado día 16 y ahora sigue en el entorno de los 60 tras una leve recuperación que lo ha llevado este viernes a los 61,38. Con esta cotización, el PIB ruso caerá cerca del 4,5% según las estimaciones. El coste de las sanciones fue cuantificado por Moscú en 40.000 millones de dólares, y el impacto del abaratamiento del crudo, en más de 100.000 millones.

La depreciación internacional del crudo guarda relación con la ralentización económica mundial y con las menores compras de grandes países consumidores como China. También con el exceso de oferta por el incremento productivo de EE UU mediante las nuevas técnicas del fracking o fractura hidráulica y por el empeño de Arabia Saudí en que la OPEP no reduzca su producción, lo que se ha interpretado como una apuesta bajista en aras de conservar cuota de mercado y llevar a la asfixia a las nuevas técnicas extractivas (con mayores costes) que intentan competir por el abastecimiento mundial. Que precios tan bajos del petróleo sitúen en condiciones extremas a países incómodos (Venezuela, Rusia e Irán, entre otros) ha dado pie a interpretaciones conspirativas de motivación geoestratégica. A todos estos factores se suma como causa adicional y también determinante de la depreciación del crudo el nuevo sesgo de la política monetaria de la Reserva Federal de EE UU. La apreciación del dólar como consecuencia del fin de la expansión monetaria, de la mejora de las expectativas económicas de EE UU y de la previsible subida de sus tipos de interés, contribuye a la depreciación de las materias primas, con las que la divisa estadounidense guarda, por lo común, una relación inversa. Este giro alcista del dólar también ha contribuido, junto con el complejo escenario ruso, a la depreciación del rublo, que se ha dejado más de la mitad de su valor frente al billete verde en el último medio año.

La depreciación de la moneda sigue varias lógicas concurrentes. Se entiende que a toda economía fuerte, y en ausencia de otros factores que lo alteren, le corresponde una moneda sólida y, a la inversa, que ante el declive de una economía, la secuencia apropiada es que su divisa también se deprecie. Esta correspondencia tiene base en que, en un escenario en el que el número de unidades monetarias es constante, y siendo cada una de ella expresión alícuota del PIB, todo descenso previsible de éste debería menguar en esa proporción el valor (capacidad de compra) de cada moneda.

Los mecanismos por lo que se materializa este proceso son varios y los más poderosos tienen que ver con los tipos de cambio y el saldo por cuenta corriente (balanza de pagos). La apreciación del dólar tras el fin de la contundente relajación monetaria practicada por la FED entre fines de 2008 y el pasado otoño supuso la depreciación inmediata del resto de las monedas en su cruce con la divisa estadounidense. Esto es lo que está ocurriendo con el euro y otras monedas. En el caso del rublo, el fenómeno se amplifica por el empobrecimiento del país a resultas de los menores ingresos petroleros y el consiguiente déficit externo.

Los saldos negativos en la balanza de pagos de un país deprime a su moneda por la misma razón que los superávits por cuenta corriente la revalorizan. Las ventas al exterior entrañan que los países compradores de tales bienes demanden la moneda del país exportador para abonar las adquisiciones realizadas a esa economía, lo que tiende a apreciar la moneda local en detrimento de la del importador. Cuando las exportaciones se derrumban, ocurre lo contrario.

La respuesta rusa a las sanciones occidentales, estableciendo represalias a sus productos y vetando determinadas importaciones de la UE y EE UU no corrige totalmente ese efecto porque Rusia, que precisa importar el 50% de los bienes que consume, debe buscar otros proveedores exteriores para abastecer a su población. Por lo tanto, el saldo neto entre entradas y salidas es de déficit exterior como consecuencia de la acusada y repentina merma de los ingresos procedente del petróleo.

La depreciación del rublo podría verse así como la respuesta de los mecanismos automáticos de reequilibrio de la economía. Cuando un país tiene un saldo exterior negativo, y éste amenaza con agudizarse, la respuesta natural y defensiva de su economía es ganar competitividad para corregir ese desequilibrio, y la forma de conseguirlo es una devaluación que abarate en el exterior los productos propios y encarezca los importados. De este modo, la caída de la moneda implica importar inflación.

Las represalias comerciales de Rusia a Occidente y los menores recursos disponibles por la economía rusa para adquirir en el exterior los bienes que precisa tienden a aumentar estas tensiones inflacionarias porque todo ello es generador de escasez y, por lo tanto, de carestía. Además, toda depreciación implica una menor capacidad adquisitiva de cada unidad monetaria, y esto equivale a una subida de precios.

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