La política monetaria delBancoCentralEuropeo (BCE) no se transmite de forma homogénea al conjunto del área monetaria. Aunque el BCE haya bajado los tipos oficiales a niveles inéditos y se dispongan a mantener sus inyecciones de liquidez, las pequeñas y medianas empresas (pymes) no logran en España financiación suficiente y cuando la obtienen es a una tasa de interés media del 5,1%, el 35% superior a la media de la zona y el 70% por encima de lo que le cuesta un crédito análogo (menos de un millón de euros) a una pyme alemana.

Esta fragmentación está poniendo de manifiesto la disparidad de los fundamentos de esas economías y la divergencia de las situaciones nacionales que subyacen dentro del área monetaria. Antes de la crisis el capital financiero no discriminaba entre unas y otras economías porque reinaba la euforia y se habían relajado las cautelas y la apreciación de riesgo.El dinero iba en busca de oportunidades. Ahora prioriza la seguridad. Y cuando se antepone el miedo, se extreman las prevenciones.

España tiene una economía muy endeudada, una tasa de paro del 27% y con pronóstico de permanecer alta en la legislatura, perspectivas de comportamiento del PIBnegativas y un elevado índice de morosidad, que vuelve a rebrotar tras el alivio que supuso el "banco malo".

Todos estos indicadores delatan una situación de mayor riesgo relativo en España que en otros países para el prestamista y ese diferencial es el que se expresa con la restricción y la carestía del crédito, según una norma universal que exige remuneraciones más altas a medida que la eventualidad de impago sea mayor.

Si España estuviese en un régimen de tipos de cambio flexibles (como ocurría con la peseta) muchas de estas tensiones se transmitirían a través de la moneda propia depreciándola.Pero bajo la disciplina de una divisa común que impone tipos fijos entre los socios, las divergencias entre economías disímiles sólo pueden manifestarse con las primas de riesgo sobre la deuda pública y sobre el crédito privado.

Los diferenciales que penalizan a los bonos soberanos españoles se han atenuado, sobre todo desde que Japón empezó a fabricar yenes y muchos ahorradores están dispuestos abandonar posiciones en activos denominados en esa moneda y a asumir mayores riesgos con tal de obtener una mínima rentabilidad. Pero, aunque la prima española se ha reducido-y mucho- respecto a los máximos de 2012, sigue en posiciones relativas altas (a nivel de agosto de 2011) y por encima de la de Italia, lo que no ocurría entonces.

Estos diferenciales se transmiten al crédito porque el sector público compite con el privado en la captación de financiación.Y lo hace además desde posiciones de ventaja (tiene la garantía del Tesoro), lo que, sumado a que el Estado sigue aumentando su necesidad de financiación (la deuda pública se elevó en 2012 al 84% del PIB), condiciona la reducción y carestía del crédito.

El ahorro también está cayendo (en 2012 se situó en mínimos) a causa de la recesión, de las reducciones salariales y del alza del paro, por lo que la capacidad de autofinanciación nacional decrece.

El elevado endeudamiento del sector privado actúa también contra el crédito porque genera prevención entre los prestamistas. Y a ello contribuye además que las pymes españolas tienen menos fortaleza financiera y mayor dependencia de la financiación ajena que sus homólogas, que la economía española tiene una elevada supeditación de la banca por la menor relevancia de otros instrumentos de financiación y que la banca española tampoco está para alegrías porque está en plena reconversión y y porque, en un momento de debilidad, se le están imponiendo exigencias crecientes.

Es el caso de requisitos de solvencia superiores respecto a los de sus competidores, nuevo impuesto sobre los depósitos, mayores aportaciones alFondo de Garantía, imposición de derramas para socorrer a los titulares de participaciones preferentes de la banca nacionalizada, anuncio de sanciones por tener casas vacías en su balance, nueva normativa delBanco de España que penalizará y restringirá la refinanciación a los clientes morosos y exigencia popular que, de prosperar, impondría al sector la dación en pago.Así que con la economía aún en retroceso y con la banca en pleno ajuste de capacidad y sometida a cargas crecientes, la expectativa es que el crédito siga remiso y caro.