El diferencial de inflación español respecto a la media de la UE y la zona monetaria ha sido, salvo periodos excepcionales, un rasgo estructural nacional. La contundente reducción de los costes laborales en España tanto por la vía de la destrucción de empleo como de las mermas salariales (4,3%, la mayor de la UE en 2012) y la caída del consumo no han impedido que la inflación armonizada (IPCA) se haya situado en España por encima de la eurozona desde septiembre.

Hay diversos tipos de procesos inflacionarios según sus causas desencadenantes y los salarios no son más que uno de los factores. Los combustibles y los medicamentos fueron decisivos en el alza del IPC, según el INE. España es una economía energéticamente poco eficiente (consume mucha energía por unidad de producto) y por eso muy sensible a su precio. El copago farmacéutico (medida de austeridad) desde el 1 de julio también contribuyó a ello. Al igual que la severa subida del IVA desde el 1 de septiembre (España no está aplicando una política típica de oferta, sino mixta, porque ha subido impuestos), que hizo adelantar parte del consumo a julio a muchas familias y propició subidas anticipadas de precios por empresas que luego pudieron alardear así de no repercutir el IVA. Esto explica en buena medida la remontada del IPC desde julio. Los costes financieros también se acrecentaron por la elevación de la prima de riesgo en 2012.Y además hay sectores sin liberalizar, según muchos economistas. A ello se suma que hay una transferencia intensa de riqueza de los salarios (caen) a los beneficios empresariales (crecen). Y esto también cuenta.