En casa de herrero, cuchillo de palo, es un refrán que hasta ahora describía la situación de Argentina en relación al suministro de petróleo, al menos tal y como cuentan la historia algunos de sus habitantes. A pesar de que el país "es una tortuga nadando" sobre un mar de oro negro, tal y como lo explica el artista afincado en Vigo Alejandro Andares, en las gasolineras del país no resulta fácil llenar el depósito. Lo sabe por experiencia el empresario del sector pesquero Javier Dios, que trabaja en el país desde hace años mientras toda su familia hace vida en A Pobra do Caramiña. Él admite que en el país existe un "desabastecimiento de combustible". "Uno no sabe si en la gasolinera donde tendrá que cargar habrá combustible y, si hay, seguramente tenemos que hacer una fila de varias horas y quizás cuando a uno le toque el turno le digan que solo le pueden cargar por x cantidad", explica desde el país austral.

Por eso no resulta extraño que a algunos descendientes de gallegos emigrados a Argentina, como Fernanda Canosa, el anuncio de Kirchner les haya parecido casi una bendición. "Es lo mejor que podía habernos pasado", asegura. Pero no todos han recibido la noticia con el mismo entusiasmo. Tal y como explica Evaristo Oroña, exsecretario de Organización del PSOE en Buenos Aires, en general "los gallegos que nacieron en Galicia no están a favor" del movimiento realizado por el Gobierno, y sí lo están los más jóvenes.

Para Oroña, lo preocupante de la situación no es la jugada del Ejecutivo argentino, sino sus consecuencias. "El temor es que esto nos deja muy mal parados en el mundo ante los inversores", señala, sobre todo cuando Uruguay, Brasil, Chile o incluso Perú, "acaparan" los recursos procedentes del extranjero. "Los inversores priman la seguridad", alega.

A su juicio, la nacionalización de YPF no solucionará el problema de la "falta de petróleo" en el país, "porque además de pagar la multa, habrá que invertir muchísimo dinero para producir más". Con todo, reconoce que los ciudadanos "están muy contentos porque se lo pintan como nacionalismo, que los españoles somos delincuentes que vinimos aquí a montar una colonia". Por eso, aprueba que el Gobierno español luche por la no nacionalización: "Es el rol que tienen que tomar cualquier país que defiende a sus empresas".

Para el empresario Carlos Fernández se trata de un problema entre una empresa y el Gobierno argentino. "No es una operación contra España porque más de la mitad del capital de Repsol no es español. No creemos que una empresa represente al Estado; nos sorprende que se haya convertido en una cuestión de Estado", declara. Además, recuerda que el asunto versa sobre un incumplimiento de contrato. "No se ajustaron a la planificación y se está usando un instrumento legal", añade. Tampoco teme las consecuencias. "De las 30 empresas petrolíferas más importantes del mundo, 20 ya han enviado a sus directivos para aprovechar la coyuntura", afirma, porque "nadie deja de invertir en donde se saca rentabilidad y estar aquí es un negocio".

"Ya hay 20 directivos aquí para ver si pueden hacer negocios. Mira qué miedo tienen". Es el mismo argumento de Fernández, pero lo utiliza Debora Campos, periodista y profesora, quien recuerda que la decisión se toma "dentro del marco legal argentino" y porque Repsol no cumplió sus obligaciones. "En vez de invertir parte de lo que ganaba en descubrir pozos, solo vendía combustible a las estaciones y solo ofrecían los más caros", explica. Campos cree que los dimes y diretes que se intercambian los gobiernos "no van a influir nada" en sus vidas, "si acaso nos permitirán poner de vez en cuando combustible más barato a nuestros vehículos".

Ruy Gonzalo tampoco augura efectos a largo plazo. Aunque cree que el petróleo debe ser de propiedad argentina –nunca debió dejar de serlo, afirma–, admite que es "un tanto discutible el procedimiento" usado por el Gobierno. Para Gonzalo, historiador que trabaja en el Museo de la Emigración, la "escalada de nacionalismo" que el caso ha despertado a los dos lados del charco es "una estupidez" y además cree que "España no puede enemistarse con Argentina porque hay otras empresas aquí y Argentina tampoco porque necesita recursos de fuera".

En Galicia, las cosas se ven de otro modo. La actriz Alejandra Abreu, afincada en Vigo, discrepa de la decisión de Kirchner. "No me parece bien, porque si un Gobierno llega a un acuerdo con una empresa y se establecen unas pautas, en el camino no se pueden cambiar por conveniencia", afirma. Además, "Argentina puede resultar enormemente perjudicada porque España pertenece a la Unión Europea, tiene ese respaldo, y se podrían frenar las inversiones", opina.

También Jorge González, empresario en A Coruña, intuye consecuencias "negativas" para Argentina. "Repsol es una empresa muy fuerte, con peso en las decisiones políticas, y podrían ponerse trabas a las importaciones", alega. Este argentino-gallego ve "bien" que se defienda a la empresa desde el Gobierno, pero recuerda que esta "ya hizo negocio después de comprar muy barato YPF", aunque concede que fue "un problema del Gobierno haberla vendido a precio de saldo".

A Alejandro Andares, que vive en Vigo, lo que le llama la atención es que se convierta en una "cuestión de patrioterismo una cuestión de una compañía privada". "Preocupa Repsol, cuando ni siquiera es la afectada, que es YPF, y no preocupa que estén subastando el país", señala. Para Andares, lo "grave" es el uso que se hace del asunto en la Bolsa de Madrid. "Se asusta a los pequeños inversores, que sueltan las acciones y los tiburones compran barato", afirma.