El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lanzó hoy un apasionado mensaje en defensa de la clase media y las oportunidades para todos en un discurso en el que evocó las ideas de su predecesor Teddy Roosevelt para defender las líneas maestras de su política económica.

Para un discurso que equivale al lanzamiento de su campaña electoral -al menos en lo que respecta a la economía-, el presidente eligió la pequeña localidad de Osawatomie, en Kansas, donde hace 101 años el republicano Roosevelt lanzara un llamamiento en favor de la justicia social, la igualdad de oportunidades y el papel del gobierno como regulador económico.

Obama evocó constantemente ese mensaje al defender que la clase media es la clave para el bienestar de un país y "una clase media sólo puede existir en una economía donde todo el mundo observe las mismas reglas".

"Este país tiene éxito cuando todo el mundo recibe una oportunidad, todos cumplen su parte y todos están sujetos a las mismas reglas", afirmó el presidente estadounidense, interrumpido en su alocución por los aplausos del público como hacía tiempo que no ocurría.

Un Obama que también leyó su discurso con una pasión que no se le recordaba desde hace tiempo alertó sobre el peligro que corre el "Sueño Americano", esa promesa de prosperidad de Estados Unidos a sus habitantes, si se ponen en práctica las recetas por las que aboga la oposición republicana.

Según apuntó, "lo que está en juego es si este será un país donde la gente trabajadora pueda ganar lo suficiente para sacar adelante una familia, ahorrar un poco, poseer una vivienda y garantizar su jubilación".

Su propuesta, que repetirá sin duda a lo largo de la campaña electoral, incluye el aumento de los impuestos a los más adinerados al tiempo que se recortan las contribuciones de la clase media.

Obama defiende también la inversión en el sector educativo y la regulación del sistema financiero para evitar una repetición de la crisis que en 2008 abrió la puerta a la mayor recesión desde la Gran Depresión de los años treinta.

Los republicanos, espoleados por su pujante corriente conservadora Tea Party, se oponen tajantemente a elevar los impuestos a los más ricos, con el argumento de que mantener su cotización baja estimula la actividad económica y su prosperidad se acaba transmitiendo hacia las clases sociales más bajas.