La historia de la industria conservera española y gallega se explica en clave familar. Y eso porque en ese sector "la empresa familiar fue y sigue siendo la norma" incluso tras adoptar muchas de ellas la modernas formas de sociedades anónimas y de haberse internacionalizado. Tal es el punto de partida del libro "Las familias de la conserva", coordinado por Xoán Carmona, catedrático de Historia e Institucións Económicas en la Universidad de Santiago, y que ayer presentaron la patronal conservera Anfaco Cecopesca y la Diputación Provincial en el centro social de Novacaixagalicia en Vigo.

El libro analiza treinta sagas familiares del sector, desde mediados del siglo XIX, cuando el envasado de pescado dio el salto de la artesanía a la industria, hasta nuestros días. Ellas protagonizaron la creación de uno de los sectores más destacados de la industria gallega y que sirvió para "tirar" de otros, como el metalúrgico o el pesquero. En el caso de Vigo, en concreto, fue el germen de la actual realidad industrial de la ciudad.

Es lo que señala Carmona, quien detalla que para la elección de las treinta sagas estudiadas en el libro se partió de la premisa de que debían sumar, al menos, tres generaciones –hay algunas que van ya por la sexta– y también de la de dar entrada a otras que, aunque más recientes, sean muy representativas del sector por distintas razones. Pero todas tienen, como mínimo, 50 años". Es así que la publicación retrata a 25 sagas gallegas y a 5 vascas, entre las que se encuentran nombres que ya casi forman parte del patrimonio colectivo: Curbera, Albo, Goday, Massó, Alfageme, Alonso Lamberti, Calvo, Escurís, Alfageme, Pérez Lafuente, López Valcárcel, Portanet...

Aunque en muchos casos son apellidos catalanes, Carmona destaca que una de las conclusiones del trabajo es que aunque se atribuya el origen y el desarrollo de la industria conservera a la llegada de industriales catalanes a esta zona "eso es relativo, porque aunque entre las primeras familias de conserveros había catalanes, también las había de Sarria, de Carballiño, de Baiona o del propio Vigo; los gallegos también tienen su mérito".

Para Carmona, pese a las vicisitudes y dificultades vividas a lo largo de casi 150 años, "la de este sector es la historia de un éxito como demuestra que casi todos los competidores, como Francia o Portugal, fueron desapareciendo –a excepción de Estados Unidos, que permanece, y de los más recientes rivales tailandeses– mientras los de aquí se mantienen y que también es un sector homologable a cualquiera de los grandes del ámbito industrial". De cara al futuro, Carmona no duda de que "algo que sobrevive 150 años a situaciones complicadas tiene necesariamente una fortaleza que a mí me hace descartar el pesimismo".