Los gallegos trabajan más horas que la media de españoles, pero no por eso son más productivos. Al contrario, Galicia, la segunda comunidad en horas de trabajo mensuales, continúa a la cola en la mayoría de rankings de competitividad y productividad que se elaboran. ¿Las causas? Economistas y empresarios achacan esta situación al peso que todavía mantienen los sectores tradicionales –intensivos en mano de obra poco cualificada– en el conjunto de la economía gallega, a una deficiente organización de las empresas en algunos casos –con jornadas de trabajo partidas– y al déficit en innovación (I+D).

La situación gallega es comparable a la del conjunto de la economía española respecto a las de otros países europeos. Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) revelaba esta misma semana que los españoles trabajan más horas de media que alemanes, franceses e ingleses, y, sin embargo, España ocupa la decimoctava posición en el ranking de competitividad de la Unión Europea (UE-27), según el Foro Económico Mundial.

Galicia fue en 2010 la segunda comunidad autónoma con más horas de trabajo pactadas (legalmente acordadas por convenio colectivo o contrato) al mes, con 155,65, solo por detrás de Canarias (156,4) y casi empatada con Madrid (155,62). Pero en competitividad Galicia cae al puesto 11 de las 17 autonomías, según un estudio de la Fundación BBVA. Y a nivel europeo, Galicia ocupa la posición 182 en el ranking regional de competitividad elaborado por Eurostat, que analiza un total de 268 zonas.

Alberto Vaquero, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo, explica que la realidad en España y en Galicia "no es buena" en comparación con sus vecinos europeos del norte, tanto en productividad por trabajador ocupado como en productividad por hora trabajada. "A nivel nacional, la productividad por hora trabajada en el sector agrícola, por ejemplo, se sitúa en torno a los 15 euros la hora [la media nacional ronda los 29], y este sector tiene en Galicia un peso importante", aduce.

La mayoría de expertos coincide con Vaquero en que los sectores tradicionales (agricultura, pesca, comercio y hostelería) merman la productividad de la economía, pero no son el único freno. "Además de unos sectores de menor intensidad tecnológica, y por tanto, menor productividad, el problema en Galicia es empresarial: una mala especialización productiva y deficiente", resume Xavier Vence, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Santiago. Éste explica que la mano de obra gallega "no es menos productiva que la de otros países", y el mayor argumento es que "cuando emigra no rinde menos". "La estructura empresarial está muy lejos de ser la más eficiente, tanto en el tamaño de las propias compañías como en su organización interna", indica este experto.

También Vaquero relaciona el tamaño de las empresas con la productividad. "Está comprobado que aumenta [la productividad] a medida que lo hace el tamaño de las compañías", aclara, tras lo que recuerda que en Galicia las micropymes y las pymes constituyen el grueso del tejido empresarial. "Galicia debe apostar por actividades que generen riqueza, y flexibilizar la jornada laboral, algo que en algunas empresas ha tenido resultados muy positivos", aconseja Vaquero.

El economista y experto en negociación colectiva Manuel Lago Peñas vincula la baja competitividad de Galicia y España a la "mala distribución" de la jornada laboral, entre otras razones. "Frente a un modelo europeo de trabajo de nueve de la mañana a cinco de la tarde, en España predomina la jornada partida, que exige a su vez un enorme nivel de desplazamiento", argumenta Lago Peñas. Esta costumbre "penaliza" a las empresas españolas y gallegas frente a sus competidoras europeas.

El presidente de la Asociación Gallega de Empresa Familiar, (AGEF), Emilio Pérez Nieto, también critica la jornada partida. "No hay en toda Europa, ni en la mediterránea ni en la septentrional, un horario de trabajo que se interrumpa de dos de la tarde a cinco", lamenta. Para Pérez Nieto sería imprescindible un acuerdo social entre empresarios, trabajadores y consumidores para homologar la jornada laboral con el resto de la UE. El presidente de AGEF apunta que también hay que diferenciar entre "trabajar más y estar más tiempo en el trabajo".

En la misma línea, el director de la Escuela de Relaciones Laborales de la Universidad de A Coruña, Jesús Vázquez, insiste en que algunas empresas "no son conscientes de que alargar la jornada laboral no aporta una mayor productividad". Vázquez alerta de los efectos negativos que tiene el presentismo para las economías gallega y española, y asegura que es necesario un cambio en el modelo de relaciones laborales en España, que debe impulsarse desde la educación.

Para Enrique Mallón, secretario general adjunto de la patronal gallega del metal, Asime, la cualificación de los puestos de trabajo y la mayor inversión en innovación deben ser los pilares de la competitividad. Según Mallón, España ha basado su crecimiento en una estructura intensiva de mano de obra y fuertemente especializada. "Pero esta especialización, que en el pasado permitió alcanzar importantes tasas de crecimiento, ya no sirve en las nuevas reglas de juego", razona.

Mallón descarta, en la lucha por elevar la competitividad de las empresas, reducir los salarios. "Sería sobrevivir con un modelo de mano de obra barata que solo sirve a corto plazo y una oportunidad perdida para hacer los deberes en innovación y cualificación profesional, que son los que realmente pueden garantizar nuestra competitividad a largo plazo", sostiene.

José Antonio Neira, responsable de relaciones laborales de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), asume que la estructura de los sectores productivos gallegos, intensivos en mano de obra, lastra la productividad, pero apunta que hay otros factores que influyen negativamente en la competitividad de la economía gallega, como el absentismo y la conflictividad.

Para Enrique Fontán, secretario de la Confederación Española de Talleres de Reparación de Automóviles y Afines, la competitividad será imposible si no hay un entendimiento entre empresarios y trabajadores. "Tenemos que sumar, no restar", concluye.