Mientras los barcos del cerco y del arrastre se encontraban faenando, una mañana cualquiera de esta misma semana, por el puerto de Santa Uxía, en el Concello de Ribeira, paseaban algún que otro armador, marineros jubilados, trabajadores de la lonja y vecinos en general que, con mayor o menor énfasis, coinciden al apuntar que "el sector atraviesa una crisis que parece irreparable porque nos obligan a dejar en el mar o a devolver al agua el sustento de nuestras familias".

Señalan que "la falta de capacidad de decisión en Madrid, pero sobre todo nuestro nulo peso específico en Bruselas, hacen que Galicia sufra un golpe tras otro". Hay incluso quien opina que "los recortes de cupos de captura y las vedas abocan al sector pesquero a la desaparición", y tras esto apostillan que "mientras a nosotros no nos dejan pescar caballa y tenemos que tirar los peces muertos al mar después de recoger las redes, a otros países les dan más y más toneladas que a España, y eso que ellos pescan caballa para hacer harina de pescado y abono para peces".

Juan Manuel Pérez –un arrastrero ribeirense de 51 años– y José Antonio Pérez Sieira –armador y patrón mayor de la cofradía de Ribeira, de 49 años–, coinciden al señalar que "no hay nada que hacer; el Gobierno central y el europeo coinciden en que el cupo de la caballa está agotado y ya no nos dejan pescar, por lo que ahora agotaremos el de la merluza y el lirio, y después amarraremos todos, porque ya no queda otra solución".

"Calculamos que este mes puede agotarse el lirio, y después ocurrirá lo mismo con la pescadilla, lo cual significa que en seis meses habremos rematado toda la actividad del año", argumenta Juan Manuel Pérez. Y el patrón mayor puntualiza: "Este año la cuota del lirio se recortó en un 93%, y así es imposible trabajar".

La conclusión a la que llegan ambos es que "si en quince días fuimos capaces de capturar toda la caballa prevista para un mes o dos, eso significa que en el mar hay más peces de lo que dicen los políticos, y nosotros somos conscientes de ello porque los vemos".

Lo que consideran ilógico "es que a Noruega le concedan 250.000 toneladas para hacer harina de pescado", pues a juicio de Juan Manuel y José Antonio Pérez, "lo lógico sería que aumentaran de manera considerable el cupo concedido a España, pues debemos insistir en que en el mar hay mucho pescado".

Un manto de cadáveres

A este respecto, relatan que "a veces las redes vienen llenas de caballa, y por haberse agotado el cupo tenemos que devolverla al mar, pero ya muerta". En ocasiones esto ocurre también con la pescadilla, "que queda flotando en el agua y la cubre de un manto blanco de cadáveres".

El armador de arrastre ribeirense manifiesta incluso que "hay días en los que nos da vergüenza ver como el mar se cubre de peces muertos que hemos devuelto al agua porque no nos dejan descargarlo para vender y para dar de comer a nuestros hijos, y lo peor, insisto, es que mientras nosotros estamos tirando ese pescado al mar, en Noruega y otros países siguen pescando para hacer harina".

Tras insistir en que "la cantidad de peces que se tiran muertos es una barbaridad", y apuntar que "esto es un escarnio", Juan Manuel Pérez declara que "lo que se está consiguiendo es crear grandes cementerios de peces", y el patrón mayor añade que "si no es una cosa es otra, pero no hay día en el cual no tengamos que afrontar algún problema en el sector".

Como ellos, otros armadores y marineros de Ribeira consultados se preguntan "¿qué vamos a hacer en el futuro?", y ellos mismos responden que "lo único que cabe hacer es resignarse, pero está claro que nadie nos tiene en cuenta".

Pesimismo y resignación son, precisamente, los sentimientos que más parecen aflorar en algunos puertos gallegos, y eso a pesar de que, en ciertos casos, la flota va a recibir ayudas económicas en cuanto cese la actividad.

El propio Juan Manuel Pérez explica que "cuando transcurran los primeros seis meses del año tendremos que dejar de trabajar y nos darán un mes de ayuda por la merluza, al igual que se estudia otro mes por el lirio, pero aún así quedarán cuatro meses sin saber qué hacer".

Y no todos van a cobrar esas ayudas, "porque en mi caso soy armador y patrón, y por este hecho ya no tengo derecho a la ayuda, que puede rondar los 1.200 euros mensuales".

Es por ello que se confiesa "muy preocupado, pues estoy casado y tengo un hijo que mantener, y lo que va a suceder es que mi barco estará parado y no tendré de qué vivir ni cómo alimentar a mi familia".

Pero ese no es el único problema al que alude el sector, "pues también hay que tener presente que mientras nosotros estemos parados, otros competidores como Noruega y Dinamarca aprovecharán para introducirse en nuestros mercados".

El patrón mayor ribeirense, que apunta que "de 90 barcos arrastreros que hay en Galicia tenemos 30 en nuestro puerto", asevera que "no solo el arrastre está afectado, ya que también nos prohibieron la captura de pescadilla en el sector de las artes menores, a pesar de que en el mar hay más cantidad de merluza que nunca".

José Antonio Pérez llega a decir que "algunos barcos ya pescaron pescadilla aquí mismo, en el puerto", y recalca que, a pesar de esa abundancia, "también tuvimos que tirarla al mar".

Este armador, casado y padre de tres hijas, constata que "es muy duro llegar a casa y que te pregunten qué tal transcurrió el día de pesca y tener que responder que en las betas (una de las artes de captura empleadas) vinieron a bordo veinte cajas de pescadilla y una caja de fanecas, pero que a causa de las prohibiciones tuvimos que tirar al mar la pescadilla y solo podemos comer o vender las fanecas".

Este tipo de comentarios son generalizados tanto en la villa ribeirense como en Cambados, O Grove, Vigo, A Coruña y otros muchos puertos gallegos, donde el sector denuncia que "las cuotas nos están matando, y si no podemos pescar, que es lo único que sabemos hacer, no tenemos a qué dedicarnos".

Por eso una y otra vez se dice entre la flota que "nunca hubo tanta pescadilla y caballa como ahora, pero como no mandamos nada en Bruselas nos prohiben pescar estas especies y nos obligan a tirar las capturas al mar".

Marina Ramos Rivas tiene solo 22 años, y confiesa que no ve su futuro laboral "nada claro". Trabaja en la lonja de Santa Uxía de Ribeira, donde se ocupa de envasar el producto y maneja una carretilla elevadora con la que traslada las descargas de un lado a otro. La joven ribeirense dice estar "muy preocupada", y señala que "la preocupación es general, pues en este pueblo casi todos vivimos del mar". Asegura desconocer las causas que provocan la supuesta crisis del sector, "pero está claro que hay peces y que no dejan pescarlos".

Mientras trabaja, Marina Ramos declara que "si amarran los barcos todos nos veremos perjudicados y se perderán muchos puestos de trabajo en distintos sectores, por eso hay motivos más que suficientes para estar preocupados".

Cerca de la carretilla elevadora paseaban un par de marineros jubilados. Uno de ellos, José Manuel Dios Teira, abundaba en las quejas y lamentos para decir que "lo que está muy mal es que a los gallegos nos impidan pescar mientras que los portugueses vienen a descargar a nuestra lonja", a lo que su compañero de paseo añadía: "Ahora el sector está peor que nunca".

Pescadores de sardina

Mientras hablaban, a escasos metros amarraba un barco que había salido de madrugada "para largar el aparejo" y pescar sardina. Uno de sus tripulantes, Francisco Sampedro Caneda, de 49 años, indicaba que "al final no largamos las redes porque no vimos bancos de sardina, y sin embargo hay mucha caballa, pero no nos dejan pescarla".

Esto ocurre, cree este marinero, "porque las decisiones las toman en los despachos, no conocen el mar y no hacen caso al sector".

En esto coincide el patrón de ese mismo barco, Alfredo Fernández, y ambos reafirman que "los peces que hay en el mar tenemos que tirarlos si vienen en las redes, y esto supone que muy pronto en vez de cuatro millones de parados puede que tengamos cinco millones en España".

Tanto Francisco Sampedro como Alfredo Fernández ven el futuro "muy negro". Ironías de la vida, lo dicen al lado de su barco, de nombre "Porvenir".

Tampoco lo ve claro Francisco Argibay, Quico, responsable de una de las empresas de fabricación de redes que operan en el puerto ribeirense. Está casado y tiene dos hijos a los que, desde luego, "no animo a seguir con esto, ya que ni siquiera yo tengo claro mi futuro aquí y no sé si llegaré para jubilarme en esto".

Este redeiro de 49 años argumenta que "si no se pesca, no se venden redes, no funcionan las fábricas conserveras y, en definitiva, se ve afectado todo el pueblo".

Empezó muy joven con esto de las redes y consiguió asentarse laboralmente, "pero las cosas ahora ya no están claras, y desde luego si me quitan esto no sé de qué voy a vivir, porque no sé hacer otra cosa".

Quico Argibay recuerda que "antiguamente había 60 barcos de arrastre en este puerto, y ahora solo queda la mitad; antes todos querían ser armadores, tener su propio barco y vivir del mar, pero ahora la rentabilidad es nula y ya no es negocio, por eso muchos barcos vendieron sus licencias y otros, sencillamente, cesaron la actividad".

El redeiro Quico Argibay concluye que "cada vez se invierte más en modernizar la flota pero se pesca menos, y mientras llega pescado barato de otros países aquí se prohibe trabajar a la flota o se le recortan drásticamente las capturas".