El bioquímico Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) tiene un discurso que podría sonar radical en un tiempo lleno de claudicaciones y en el que la supervivencia parece ligada a ciertas formas de mansedumbre. Como director general de la Unesco durante doce años, los que van de 1987 a 1999, se ha asomado al mundo desde un observatorio privilegiado que le proporciona una perspectiva de lo que ocurre. Mayor Zaragoza considera “un error” haber acudido al rescate de las instituciones financieras que, una vez salvadas con fondos públicos, devoran ahora el Estado de bienestar. Pero, a su juicio, la reacción popular, como muestran las revueltas en los países del Magreb, está cerca, por lo que éstos son “tiempos fascinantes”.

-La única política pública que aparece existir en tiempos de crisis es el recorte.

-Ésta era una crisis anunciada, consentida por el sistema neoliberal que desde finales de los años ochenta cambió radicalmente los paradigmas del desarrollo y de la gobernación internacionales. El mercado sustituyó entonces a la justicia social y las Naciones Unidas fueron reemplazadas por grupos plutocráticos. Por ello, esto resultaba previsible. No soy economista, pero estaba en una atalaya mundial y en el año 1991, a propósito de la caída del comunismo, escribí: “Se ha hundido un sistema que, basado en la igualdad, se ha olvidado de la libertad”. Y ahora se hundidará un sistema que, basado en la libertad, se ha olvidado de la igualdad. A mi vuelta a España me encontré con que se anunciaba que construíamos el doble de viviendas que en Europa. Lo que nos ponía en la senda de tener el doble de desempleo que el resto de la UE cuando explotase la “burbuja” inmobiliaria. Pero además ha habido un deslocalización productiva enorme por codicia y ahora nos quejamos de la falta de empleos. ¡Pero si están todos en China! ¿De dónde viene el 80 por ciento de los productos que utilizamos? Porque así ganamos más. Y allí están las grandes marcas, ya no se trata de las prendas de poca garantía.

-¿Cómo habría que afrontar, a su juicio, esta compleja coyuntura?

-Hemos cometido el error de rescatar a las instituciones financieras que en noviembre de 2008 se declaran en quiebra. Europa era la que podía haber acotado la crisis, centrada en Norteamérica y en aquellos fondos de inversión que solo eran humo; porque aquí al menos había ladrillo, pero es que allí no había nada y es en EE UU donde se produce la crisis. En lugar de eso, Sarkozy, presidente en ese momento de la UE, estando ya elegido Obama, va a ver a Bush para preguntar “¿qué hacemos?”. Y la solución que le da Bush es la neoliberal, la misma que nos metió en esto. Cuando nosotros propusimos en el año 2000 en las Naciones Unidas los objetivos del milenio, no había dinero ni para los hambrientos ni para los que mueren de sida. No podían dar 40.000 millones de dólares para la lucha contra la pobreza. Y en el año 2008 el G20 saca más de 700.000 millones, y aquí, en Europa, más de 400.000 para el rescate financiero. Con el resultado de que los rescatadores se empobrecen y vuelven a dar todo el poder a las instituciones financieras, que basan toda su política en la especulación y en las agencias de calificación, que provocan fuertes altibajos bursátilas. De esta forma, los que habían sido rescatados acosan a su rescatadores y reclaman recortes sociales. Y mientras se producen esos recortes, los beneficios del Ibex 35 aumentaron un 30 por ciento el año pasado. Hay que cambiar todo y Europa ha de tener liderazgos fuertes. Ahora, por primera vez, el pueblo ya no callará. Han estado jugando con una ciudadanía obediente, sumisa y entretenida, pero hay que ver lo que está pasando en el Magreb. Vivimos momentos fascinantes y en tres o cuatro años van a pasar muchas cosas. Lo que no puede ser es tener oposiciones a los gobiernos que no proponen nunca nada ni dan alternativas como es su función.

-De momento, lo que tenemos es, por arriba, lo mismo de siempre, pero reforzado, y un número mayor de excluidos del sistema como consecuencia del empobrecimiento general.

-La inercia de las fuerzas globalizadoras es enorme. El poder mediático del mundo está en cuatro o cinco manos. El poder energético sigue también controlado por unos pocos. Exxon Mobil, que nos estuvo engañando durante años sobre el cambio climático, ha anunciado más de 32.000 millones de beneficios en 2010. Estamos en las mismas manos de siempre. Hacen falta alternativas al petróleo, aunque sea volver durante un tiempo a la energía nuclear. Pero lo que no puede ser es que sigamos cargándonos el mundo. Obama está haciendo esfuerzos ímprobos y vendría muy bien que tuviera millones de personas que en todo el mundo que, a través del ciberespacio, lo animaran a seguir con sus reformas. Y luego está la industria armamentística. Pertenecer a la OTAN nos cuesta un dineral porque nos hacen comprar un montón de aparatos que servían para guerras del pasado, no para las de hoy. ¿Cuándo hemos utilizado en España los F16 y los F18? Nunca, porque las guerras han cambiado de planteamiento y estrategia. Obama ha dicho también que estamos produciendo armamento obsoleto. Y es él quien ha hablado de codicia e irresponsabilidad como origen de esta crisis. A este hombre hay que reconocerle que ha introducido unos cambios importantes. Ha cambiado muchas cosas: tiende la mano al Islam o da pasos importantes en el desarme nuclear. Los ciudadanos conscientes deberían respaldar a Obama, que realmente intenta constrarrestar los grandes poderes. Los ciudadanos tendrían que mentalizarse para consumir el menos petróleo posible. Ahora tenemos la energía termosolar, cuyos problemas de transporte están en vías de solución con los grafenos. Hay muchas puertas de esperanza. Por eso digo que vivimos momento fascinantes. Frente a quienes critican a los jóvenes, yo tengo que decir que ésta es una juventud estupenda: primero, porque conoce. Yo, cuando era joven, no sabía lo que pasaba a 1.000 kilómetros de distancia. Ahora hay un mayor acceso a la Universidad que en mi época se reducía a un 18 por ciento de privilegiados.

-¿Asistimos al gran fracaso de Europa?

-Es el gran fracaso de Occidente en sus tentaciones hegemónicas. Roosevelt, al acabar la guerra en 1945 hace un diseño genial, orientado a aunar los pueblos. La Carta de las Naciones Unidas dice: “Nosotros, los pueblos, hemos resuelto evitar a nuestros descendientes el horror de la guerra”. A partir de aquí se crearon una serie de instituciones para la salud, la infancia y el desarrollo, guiadas todas ellas por unos principios democráticos: la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad. Y sobre ellos se sustentan los derechos humanos. La palabra clave era compartir. En los años sesenta, Pablo VI afirma: “La paz tiene un nuevo nombre, el desarrollo”. Eso se llamaba la cooperación internacional. Entonces llegan los países hegemónicos y cambian las ayudas al desarrollo por los préstamos. Y el Banco Mundial para la Reconstrucción y el Desarrollo se queda solo en “Banco Mundial”. Así, la cooperación internacional se transforma en explotación. Ésta es una vergüenza que Europa no debe consentir. Y las Naciones Unidas se sustituyen por un club para países ricos que se va ampliando progresivamente hasta convertirse en el G8, una plutocracia sin ningún tipo de apoyo institucional. Así se suplanta a las Naciones Unidas, que quedan reducidas a un especie de agencia para ayuda humanitaria y, para cuando las cosas vienen mal dadas, tener a alguien a quien pasarle la factura. Lo peor fue la sustitución de los valores por el mercado, el gran logro de Reagan y Thatcher, una trampa en la que cayeron muchos gobiernos, incluidos algunos socialistas.

-Usted participó de forma activa en lo que se llamó la “alianza de civilizaciones”, algo que aquí se acogió con mucho escepticismo.

-Es que estamos en un país en el que todo se acoge con escepticismo salvo las promesas asociadas a nuestra magnífica burbuja inmobiliaria. La alianza de civilizaciones, como la memoria histórica, y como tantas otras cosas que se han hecho encaminadas al reconocimiento de la dignidad humana es algo muy importante. La alianza de civilizaciones es el resultado del diálogo. Pero al diálogo no se le pueden poner cortapisas ni condiciones. Lo único que hay que excluir del diálogo es la violencia y la fuerza, y que cada uno diga lo que le parezca, incluido lo que está totalmente alejado de nuestra manera de pensar. La alianza de civilizaciones me pareció una iniciativa muy buena y la prueba está en que, en lugar del encontronazo que predijo Huntigton, estamos teniendo muchas amistades que eran insospechadas antes. Creo que la gran transición que va a llegar en muy poco tiempo es la de la palabra; pasaremos de la fuerza a la palabra y nos entenderemos hablando.

-Hay grandes conflictos todavía muy recientes, mucho frente abierto.

-Y conflictos basados en la mentiras, como la guerra de Irak. Como estuve muchos años en el consejo de coordinación de la Naciones Unidas conocía a Hans Blicks, el jefe de los inspectores que sobre el terreno examinaban los depósitos de armamento y las bases iraquíes. Cuando se anunció que en Irak había arsenales de armas de destrucción masiva, lo llamé y me dijo que no era cierto. Por eso cuando vimos al grupo de las Azores nos dimos cuenta de la barbaridad en la que nos estaban embarcando Bush, Blair y Aznar.