Los científicos avanzan con paso firme hacia la consecución de mejillón resistente a las biotoxinas, es decir, molusco que no se vea afectado por lo que popularmente se conoce como marea roja, o que en ese caso sea capaz de eliminarla con mayor rapidez.

No se trata de conseguir moluscos artificiales, sino de aplicar técnicas de selección genética y clonación que, a la postre, permitan escoger a las familias o poblaciones que puedan resultar más resistentes a las biotoxinas y, una vez identificadas, trabajar con ellas en las rías gallegas. Y por si esto fuera poco, los estudios realizados pueden mejorar de manera notable las técnicas de detección de las mareas rojas, lo cual también beneficiará al conjunto de la actividad mejillonera en Galicia.

Los científicos consideran que una de las formas de hacer frente a los perjuicios de la marea roja que periódicamente obliga a cerrar bancos marisqueros o polígonos bateeiros es "la selección, mediante técnicas de mejora genética, de variedades de mejillón con menor capacidad de captación y/o retención de las toxinas", es decir, encontrar el modo de quedarse solo con los mejillones menos propensos a la toxicidad.

Pero para ello es preciso saber antes si la resistencia o adaptación a la marea roja es una característica heredable, y para determinarlo "es indispensable disponer de familias de mejillón claramente identificadas", explican los técnicos.

Esto es tanto como decir que para el estudio es preciso disponer de "conjuntos de familias de hermanos completos o de medios hermanos, de padres conocidos". Y esa selección y diferenciación de familias se hace ya desde el año 2008. Desde entonces se han logrado más de 300 familias, y es en ellas donde se centra el grueso de este trabajo.

La explicación científica de todo el proceso de investigación puede resultar enfarragosa, pero de manera más coloquial puede decirse que es algo así como localizar a los individuos más fuertes y estudiarlos a ellos y a sus familiares, hasta dar con los más resistentes a las enfermedades y saber cómo convertirlos en los dominantes, prescindiendo de los más débiles.

El proyecto no ha finalizado todavía, pero los primeros resultados son esperanzadores. "Estamos encontrando avances muy interesantes con el propósito de mejorar el sistema de control de las biotoxinas, cuantificar el efecto del cocinado de los moluscos en la toxicidad que presentan, conocer cuáles son los mecanismos que los hacen acumular esas toxinas y determinar si se pueden regular genéticamente o incluso si son factores heredables para, si es así, iniciar un nuevo programa de selección genética", explica Juan Blanco, biólogo del Centro de Investigaciones Marinas (CIMA) y uno de los participantes en esta investigación.

A grandes rasgos, puede decirse que se buscan "mejillones más resistentes", y cuando se localizan padres con bajos índices de afección identifican a sus hijos y se comprueban también sus niveles de acumulación de células tóxicas. "Estamos aprendiendo muchísimo, y sin duda el resultado final será satisfactorio", vaticina Juan Blanco.

Las células tóxicas se transforman y se transportan cuando están en el organismo de los moluscos. De lo que se trata es de determinar a qué obedece su comportamiento e incluso concretar por qué las células tóxicas pueden afectar más a unos organismos que a otros.

De este modo se localizan mecanismos naturales de eliminación de las biotoxinas que los científicos tratan de conocer y aprovechar al máximo para extenderlos al conjunto de la producción.

Por el momento es pronto para tener resultados definitivos, pero el biólogo Juan Blanco explica que se han abierto "nuevas vías de estudio del problema de las biotoxinas que pueden permitirnos darle solución".