El Hermanos Landrove, un volantero de la localidad coruñesa de Cariño con sólo diez meses de vida, es el último de una extensa lista. El pasado ocho de septiembre este pesquero naufragaba cuando navegaba 16 millas al norte de Cabo Prior. La embarcación, de 18 metros de eslora y construida en los astilleros asturianos de La Venecia (Navia) en 2008, volcó repentinamente, arrojando al mar a sus siete tripulantes: seis fueron rescatados sanos y salvos mientras que el patrón, Andrés Landrove, falleció en el naufragio.

Un barco nuevo. Tripulación experimentada. Buen tiempo. ¿Qué pudo provocar el trágico vuelco? Todas estas preguntas están presentes en la mesa de trabajo de la Comisión Permanente de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (CIAIM), un órgano que desde el año pasado ya no depende de Marina Mercante, aunque sigue vinculado al Ministerio de Fomento. Su estructura ha cambiado con respecto a la comisión interior, incorporando expertos independientes a modo de auditoría externa.

La colaboración de los supervivientes del Hermanos Landrove, a través de sus declaraciones, es una "valiosa herramienta" para el equipo de trabajo, que no descarta fallos de estabilidad (como en casos anteriores) pese a la escasa antigüedad del pesquero. Los marineros negaron, en principio, defectos en la estiba o exceso de carga. ¿Quizás un defecto de fabricación? ¿Quizás demasiado aparejo, unas nueve toneladas, para un barco de 18 metros de eslora? La comisión investigadora tiene entre manos ocho naufragios de barcos gallegos: el José Almuiña, el Rosamar, el Monte Galiñeiro, el Canconio, el Villa de Aguete, el Furacán, el Nosa Cantiga y el Hermanos Landrove. El informe de este último se conocerá en diciembre.