Unos setecientos trabajadores del sector del Metal, principalmente de los astilleros, abandonaron sus puestos de trabajo a las diez de la mañana en protesta por el juicio que se comenzó a celebrar ayer contra trece trabajadores que participaron en la huelga de 2006. Los manifestantes se concentraron a las diez de la mañana en la plaza do Rei y desde allí se dirigieron por la Avenida de las Camelias hasta los juzgados, donde celebraron un asamblea. En ese acto, el secretario de la CIG-Metal, Agustín Malvido, calificó de "macrojuicio" la vista que se celebra en el juzgado número dos de los Penal y añadió que lo que se pretende "es condenar a todo un sector".

Malvido aseguró que aquel 8 de mayo de 2006 los trabajadores sólo querían defender su convenio y que cuando la manifestación llegó a la estación de Renfe, los trabajadores levantaron las manos ante la policía y que aún así "motivó la carga de los cuerpos represivos, que masacraron a los trabajadores a porrazos y culatazos".

"Tuvimos que parar coches para llevar a nuestros compañeros al hospital porque tenían las caras ensangrentadas", recodó Malvido.

Indicó que tras la reacción de la policía "al día siguiente salió aún más gente a la calle" y con ello se consiguió que "3.000 contratos en precario en el sector del naval se pusiesen en regla". Y terminó afirmando que "defender nuestros derechos en la calle no es delito".

Por su parte el secretario general de la CIG Metal, Antolín Alcántara, dijo a los trabajadores que habían acudido a los juzgados que "no tenéis convenio, ni aumento salarial, pero lo que sí tenéis es muchísima conciencia al estar aquí". Dijo que pocas cargas policiales habían sido tan tremendas como la de aquel día de 2006 y aseguró que "por parte de los trabajadores no hubo resistencia". Hoy se concentrarán ante los juzgados los delegados de la CIG.