Pese a la imagen de inestabilidad que transmitieron las protestas ciudadanas contra el supuesto fraude en las elecciones en las que fue reelegido Mahmud Ahmadineyad y los posteriores juicios contra los opositores, el fundamentalismo del régimen de los ayatolás y su tensa relación con Occidente, Irán es un país cada vez más atractivo para los empresarios de todo el mundo, incluidos los gallegos. Al menos cinco empresas de la comunidad exportan al país asiático productos muy diversos desde hace años, desde maquinaria para la industria conservera hasta cintas de caucho o incluso libros de arte gallego.

En Carballo, la empresa Herfraga es una de las que lleva años exportando al país asiático sus productos. Se trata de maquinaria para la industria alimentaria, fundamentalmente empacadoras de atún. Hace casi cuatro años que Herfraga comenzó a contactar con los empresarios iraníes, a través de un intermediario en Bruselas y un representante comercial en Teherán. Poco después, los contactos comenzaron a dar sus frutos cuando, en 2006, un grupo de empresarios alimentarios iraníes visitó Galicia para conocer in situ la industria conservera y el funcionamiento de la maquinaria. Satisfechos con lo que vieron, varias compañías de Irán decidieron comprar las empacadoras a la firma coruñesa.

Aunque en el último año no han vendido ninguna máquina a Irán, sino solamente piezas y repuestos, en Herfraga están satisfechos con el negocio que hacen allí y no se plantean replantearlo debido a los disturbios postelectorales. "Tenemos muy buena relación con nuestro representante en Irán y con los compradores, son gente muy afable y sociable, incluso con un sentido del humor muy cercano", dice una de las responsables de la compañía de Carballo. Sin embargo, también reconoce que el mercado iraní, aunque creciente y rentable, está lleno de trabas y burocracia. "Tenemos varios clientes, pero nos cuesta venderles, porque es un mercado difícil. Para enviar cada máquina son necesarios muchos papeles, muchos trámites y mucho tiempo", explica.

Escollos

Los escollos burocráticos son también la principal queja de otro de los gallegos que hacen negocio en el país de los ayatolás. Miguel Pérez, director comercial de Kauman, una empresa de Ponteareas que trabaja el caucho y fabrica cintas transportadoras, coincide en que "la tramitación es muy lenta" y en que "sin tener un agente allí, en el propio país, es imposible vender nada en Irán". Kauman entró en el mercado iraní hace cuatro o cinco años. Al principio, con "negocios pequeños", aunque a día de hoy ya cuentan con cuatro clientes regulares, todas empresas privadas y la mayoría del sector minero y cementero, además del trabajo del agente que distribuye los productos. Las sanciones que la ONU y la Unión Europea impusieron en 2006 al Gobierno de Mahmud Ahmadineyad por negarse a suspender el programa nuclear han complicado todavía más las relaciones comerciales con el exterior y las consecuencias se notan en la industria gallega: "Está prohibido hacer transferencias bancarias a nuestros clientes en Irán, así que tenemos que abrir cartas de crédito y cumplir un montón de requisitos para poder recibir el pago a través de una institución intermediaria, Aresbank", explica Miguel Pérez, que precisamente visitó a sus clientes en Irán hace apenas cinco meses. Al final, desde que los iraníes hacen su pedido a Kauman hasta que reciben las cintas transportadoras en los puertos del país asiático pasan unos seis meses entre trámites y autorizaciones.

Pese a todo, el negocio va viento en popa: sólo durante el pasado mes de junio los iraníes recibieron de Kauman tres contenedores con cintas transportadoras procedentes del puerto de Vigo. La tensión política tras el supuesto fraude en los comicios de junio no están afectando, asegura Pérez, al negocio de la firma pontevedresa en Irán, un país muy atractivo para la exportación. "Pese a todos los problemas que hay para vender, al final compensa porque es un mercado emergente, es un país muy grande con poca producción y mucha demanda, que necesita importar de otros países para mantener su nivel de crecimiento", añade Miguel Pérez desde Ponteareas.

Emesa Trefilería S.A. es otra de las empresas que desde hace tiempo vende sus productos, sobre todo alambre y cordón para obra, en el país asiático. Se trata de contratos "importantes", según reconocen desde la firma con sede en Arteixo, algunos de ellos con empresas estatales.

Productos

Entre el 30 y el 50% de todo lo que España exporta a Irán son productos de maquinaria y repuestos mecánicos fundamentalmente industriales. Pero no todo es así. Galicia también vende a Irán otros productos y servicios, como el de los agentes consignatarios de buques que ofrece la empresa viguesa Vasco Gallega de Consignaciones, o incluso el arte y la cultura gallega que exporta la editorial Nova Galicia Edicións. El director de esta firma viguesa, Carlos del Pulgar, explica que llevan 5 años enviando libros a al menos dos empresas iraníes.

En su caso no fue un agente ni un comercial árabe quien puso en contacto a los libreros gallegos con los iraníes, sino que vendedor y comprador se conocieron hace ya cinco años en la feria del libro de Fránkfurt (Alemania). "Al principio se interesaron por una colección de pintores gallegos desde el siglo XIX, pero a medida que pasaron los años fueron comprando también otras series, como las colecciones sobre arquitectos y escultores gallegos", explica Del Pulgar. Así, a día de hoy cualquiera podría encontrarse con un libro sobre la obra de César Portela, Luis Seoane, Peteiro o Castelao en las librerías de Teherán.

Esta editorial gallega también apunta a la burocracia y el papeleo como uno de los principales obstáculos para hacer negocio en Irán, y añade una traba específica del sector cultural: la autocensura. Y es que antes de hacer su pedido los iraníes aprovechan el encuentro anual en Frankfurt para "revisar libro por libro, mirar cada ilustración con lupa". "Y si ven que en algún ejemplar hay muchos desnudos, lo descartan, porque si no se lo podría confiscar la policía en Irán", explica el editor vigués. Así, de una colección de 30 libros sobre arte gallego en el último pedido los iraníes sólo encargaron 22, al considerar los otros ocho demasiado fuertes para el estricto régimen chií. La obra del pintor Xaime Quessada es, por ejemplo, una de las censuradas.