En un escenario de caída de tipos de interés, cuyo descenso previsiblemente no ha terminado en el área monetaria del euro, los ahorradores buscan alternativas a la colocación de sus rentas no destinadas a gasto. La bolsa, los fondos de inversión, los fondos y planes de pensiones, los seguros de ahorro, las células hipotecarias, la deuda pública, la deuda corporativa privada (emisiones de las empresas), el oro y los inmuebles son algunas de las posibilidades. Pero, de momento, y pese al recorte de los tipos -y, por lo tanto, de las rentabilidades nominales-, los depósitos a plazo son los productos que más demandan los ahorradores españoles.

Depósitos

A la preferencia por los depósitos a plazo y de las cuentas remuneradas contribuyen tres factores. Uno, y el más importante en este momento, es la generalizada aversión al riesgo. La crisis financiera que estalló en septiembre de EEUU ha hecho cundir al miedo entre los ahorradores, que están saliendo de los productos financieros más complejos y sofisticados para recluirse en los más conservadores y tradicionales. Hoy no importa tanto la rentabilidad como la seguridad. A tal punto que, a raíz de la crisis de septiembre, muchos inversores estadounidenses estuvieron comprando deuda pública de su país con rentabilidad negativa con el único propósito de blindarse, merced a la garantía del Estado, de quebrantos mayores.

Por esa misma obsesión por la seguridad, la decisión del Gobierno español el pasado 7 de octubre de garantizar los depósitos bancarios hasta los 100.000 euros por persona y entidad ha hecho aún más atractiva la opción de los depósitos remunerados.

En contra tienen su baja rentabilidad por la caída de los tipos de interés (el precio oficial del dinero está en 1,25%, cuando en septiembre se situaba en el 4,25%) pero todo inversor sabe que una mayor expectativa de rentabilidad entraña una mayor exposición al riesgo. En todo caso, el acelerado descenso de la inflación también ha llegado en auxilio del ahorro bancario tradicional. La desinflación aumenta la rentabilidad real de los depósitos aunque permanezca estable el tipo nominal de interés.

Por último, los bancos podrían estar favoreciendo la comercialización de los depósitos, cuentas remuneradas e imposiciones a plazo fijo (IPF), en detrimento de fondos de inversión y otras alternativas, como una forma de generar liquidez, que es la más angustiosa necesidad del sistema financiero tras la crisis crediticia internacional. Pero si las entidades financieras han pasado a considerar la liquidez como un objetivo primordial (de ahí la nueva “guerra” por la captación de pasivos que vienen protagonizando con ofertas para lograr la domiciliación de nóminas), los ciudadanos también parecen haber llegado a la misma convicción y buscan opciones de disponibilidad a corto que les permita afrontar imprevistos. La crisis ha impuesto un grado de incertidumbre que hace dos años no existía. El ahorro español en depósitos a plazo creció el año pasado el 30% y a fines del ejercicio suponía el 45% de la cartera de los inversores españoles.

Fondos de inversión

Este tipo de productos, que reinaron en la segunda mitad de los 90, están cediendo cuota de mercado. En dos años han perdido un tercio de sus partícipes, que han migrado por lo general a los depósitos. Sin embargo, siguen teniendo aceptación los fondos de inversión menos expuestos: los garantizados y los de estructura sencilla y comprensible para el cliente. La crisis de las “subprime”, “derivados”, “hedge fund”, etc. ha hecho cundir el conservadurismo y la preferencia (también en el caso de los fondos de inversión) por productos claros y sin complicaciones. Los fondos tienen la ventaja fiscal de que su rentabilidad no entraña retención tributaria mientras no se desinvierta y que permiten, con estas mismas condiciones, traspasos entre fondos.

Bolsa

La bolsa, tras la corrección que arranca en la primavera de 2007 y los fortísimos recortes posteriores, ha pasado a estar barata en términos relativos. La bolsa es una inversión muy rentable a largo plazo pero expuesta a avatares e incertidumbres a corto. Condiciones para invertir en bolsa son hacerlo sin prisa en ganar, utilizando siempre ahorro que no se vaya a necesitar con inmediatez y comprar barato. Esto último es lo más difícil de determinar.

Uno se puede guiar por las cotizaciones pasadas pero no se pueden perder de vista las expectativas futuras. Lo mismo que la remuneración vía dividendo, ligada a su vez a la proyecciones de rentabilidad del negocio. La recomendación clásica dice que hay que comprar con los cañonazos (periodos de convulsión) y vender con los violines (etapas de euforia). Muchos pequeños ahorradores, poco avezados, suelen hacerlo al revés y ésos son los que siempre pierden.

La experiencia dice que las bolsas anticipan los ciclos. Y que caen antes que la economía (así ocurrió en la crisis actual) pero que repuntan primero. Pero nadie puede garantizar que la remontada de las seis últimas semanas marque tendencia definitiva. Aún puede haber sustos como la corrección hace mes y medio. Se aconseja ir haciendo entradas paulatinas acumulativas para prorratear el riesgo. Y elegir los valores. Épocas turbulentas son poco propicias para valores especulativos.