El riesgo de deflación comienza a llamar a las puertas de la economía española. Los expertos coinciden en que entrar en una espiral de caída generalizada de los precios puede ser muy perjudicial. La expectativa de que algunos productos a largo y medio plazo (vivienda, coches o productos electrónicos) se abaranten, puede provocar un peligroso efecto: que los consumidores aplacen sus compras a la espera de que continúe la bajada de precios. Ello provoca, según los expertos, un frenazo de actividad productiva con incremento de los stocks de las empresas y, consecuentemente, aumento del paro.

Técnicamente un país entra en deflación cuando encadena dos trimestres consecutivos de bajada de los precios, lo mismo que ocurre con la recesión para la que también son necesarios seis meses de descenso del PIB). El indicador adelantado de inflación cerró marzo en España en una tasa negativa del 0,1%, el primer descenso de precios en los últimos 47 años. Aún serían necesarios otros cinco meses de descensos para entrar de forma oficial en deflación.

Trabajadores. El colectivo que más notaría los efectos de este escenario serían los asalariados. La mayoría de los convenios que se firman anualmente en España están sujetos a revisión en función de la inflación. Si ésta cierra en negativo supodría un retroceso en las nóminas, una circunstancia que, según apuntan los economistas, los sindicatos no aceptarían aunque podría producirse una congelación salarial.

Empresas. Para las compañías los efectos de la deflación son evidentes. Según los economistas, los empresarios se ven obligados a reducir precios para competir y dar salida a los productos acumulados.

Hipotecas. Los hipotecados también sufren los efectos del pinchazo de los precios, ya que sus pisos pierden valor, pero ellos, en cambio, siguen pagando por la tasación que habían firmado con su entidad bancaria. El lado positivo es que la rebaja de tipos y la del euríbor puede aliviar su cuota mensual.

Subir salarios. Incrementar los salarios para dar mayor poder adquisitivo a los trabajadores tampoco es una de las soluciones, sostienen los expertos. Subir las nóminas implicaría un coste adicional para las empresas en un momento en el que sufren un bajón de su actividad, por lo que destacan que los empresarios se lo pensarían menos a la hora despedir personal para hacer frente a estos nuevos gastos. “Si se suben los salarios en este momento, puede ocurrir que la gente no gaste y decida ahorrar ante la expectativa de que las perspectivas económicas puedan empeorar”, señalan.

Endeudamiento. La deflación puede resultar especialmente grave para las compañías que arrastran un fuerte endeudamiento. Los empresarios aplazan sus compras ya que su objetivo prioritario pasa a ser reducir su endeudamiento, lo que ahonda aún más en el descenso que está sufriendo el consumo.

Petróleo. Como la tasa que se usa de referencia para la inflación es la comparativa interanual, la previsión es que el IPC vuelva a registros positivos tras el verano, porque se espera son el crudo se mantenga en precios estables en los próximos meses.