Con un 6 por ciento de crecimiento anual, el director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, señaló el mes pasado en visita a Túnez que el país se encuentra "en el buen camino" para seguir fortaleciendo su economía.

El director general adjunto para la política de vecindad de la Unión Europea (UE), Hugues Mingarelli, ratificó en Túnez tal análisis a principios de este mes, recordando que 2008 marcó la liberalización de los intercambios industriales, y que en 2010 Túnez será el primer país asociado que dispondrá de una zona de libre intercambio con la Europa comunitaria.

El producto interior bruto (PIB) por habitante se eleva ya a más de 2.900 dólares y la esperanza de vida alcanza los 74 años, nivel muy similar al de Europa, en tanto que la sanidad ha llegado a tal punto de eficacia, con 1,34 médicos por 1.000 habitantes, que centenares de extranjeros vienen anualmente a tratarse en Túnez en el contexto del llamado turismo sanitario.

El Foro de Davos clasificó a la economía tunecina, en su último informe mundial, como la primera en el Magreb y en África, la tercera en el mundo árabe y la trigésimo segunda a nivel mundial.

Es significativo que, estos resultados, se atribuyan por los tunecinos a la acción personal de Ben Ali, como aparece en una encuesta hecha en noviembre pasado ante universitarios, médicos y miembros de profesiones liberales.

El 82 por ciento de los entrevistados sostiene el liberalismo del presidente tunecino, reconoce que viven mejor que sus vecinos libios y argelinos, y aceptan la idea de que en el Magreb, su país es un ejemplo de eficacia económica.

En este contexto y ante las próximas elecciones presidenciales previstas en 2009, el hombre de la calle se muestra a favor de la reelección de Ben Ali "para evitar los traumatismo de lo que podría venir si cambiaran las cosas", como dijo a Efe el abogado Saidani Amar.

Los tunecinos prefieren la tranquilidad actual al cambio que prometen los partidos de la oposición, cuya presencia en el abanico parlamentario, por otro lado, no deja de ser simbólica (el 20 por ciento de los escaños), con un efecto cada vez menor entre el electorado.

A Ben Ali no le regatean elogios personalidades que conocen bien su país. En un simposio internacional celebrado en noviembre pasado, compitieron en apoyar su política, entre otros, el ex presidente del gobierno español José María Aznar, el ex presidente mauritanio Ely Wall, el ex presidente del Consejo italiano Massimo D'Alema, y el ex primer ministro jordano Tahar El Masri.

En el aspecto político, el "modelo tunecino" se decanta ahora por el rejuvecenimiento de su élite, así como dar prioridad a la mujer y a la juventud, tres retos que Ben Ali expuso con convicción con motivo del 21 aniversario de su cargo.

El gubernamental partido del Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD) remozó su comité central en agosto pasado en más de un 77 por ciento, con un 30 por ciento reservado a las militantes femeninas.

El RCD, miembro de la Internacional Socialista, cuenta con 2,2 millones de militantes en un país cuya población asciende a 10 millones, y los tunecinos dan la impresión de haberse acomodado a este poder aplastante de sus estructuras.

Consciente de que el peligro terrorista es uno de los grandes males que debe combatirse sin menoscabar libertades y prácticas religiosas, Túnez privilegia la educación a la práctica represiva para impedir que el "mal argelino" se injerte en el tejido social.

Hasta ahora esa opción educativa, compartida por la labor de las mezquitas, parece haber dado sus frutos, y no ha tenido gran impacto en la imagen de seguridad que sigue atrayendo en verano a más de siete millones de visitantes extranjeros.