Una de las diferencias relevantes entre el inmigrante italiano Carlo Ponzi, al que se considera precursor de las estafas piramidales, y Bernard L. Madoff, presunto responsable de la mayor de todas -con unas pérdidas potenciales de 50.000 millones de dólares-, es que Ponzi defraudó en 1919 a miles de inmigrantes pobres, vendiéndoles en Boston unos cupones por los que ofrecía rendimientos de hasta el 50%, mientras que el septuagenario broker Madoff ha atrapado desde Manhattan a miles de ricos, también con la oferta de rentabilidades anormalmente altas y estables y utilizando en su caso los sofisticados «hedge funds», los fondos libres o de alto riesgo. En cualquier caso, ha vuelto a funcionar el modelo piramidal de otras veces: una combinación de engaño, lagunas legales, omisión de control y codicia.

Lo que no se puede alegar en el «caso Madoff» es otro ingrediente habitual en las estafas piramidales: la incultura financiera de los perjudicados. Si no son directamente las familias adineradas, los gestores de sus patrimonios conocen el mercado y, presumiblemente, sus trampas. También conocían a Madoff. Precisamente, porque «era uno de los nuestros» -frase recogida por la prensa estadounidense en círculos de Wall Street-, Madoff consiguió meter en su pirámide, entre otros muchos, a los inversores que tienen dinero colocado en los 39 fondos de inversión y 185 sociedades de inversión de capital variable (sicav) que, según las indagaciones de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), están contaminados en España. La exposición directa de esas instituciones de inversión colectiva, añade la CNMV, es de casi 107 millones de euros.

Las sicav son instrumentos de inversión generalmente utilizados por los grandes patrimonios para sus operaciones. Algunas de las grandes fortunas asturianas disponen de este tipo de sociedades, si bien no ha trascendido si están expuestas a la estafa. Sí lo estaría, según una información divulgada por el diario «El Economista», Alicia Koplowitz. La multimillonaria española puede perder 10 millones, la cantidad que tenía invertida, a través de su fondo Laredo en otro fondo en el Reino Unido que, a su vez, confió dinero a Madoff.

Se da la circunstancia de que el grupo financiero Omega que preside Koplowitz había ordenado la venta de la participación vinculada a Madoff, no porque sospechara de algo irregular, sino por un cambio de estrategia inversora. El problema es que Omega no ha recibido aún el dinero de esa desinversión porque la ejecución de la orden ha coincidido con el estallido del escándalo.

El comentado impacto en fondos y sicav se suma a los 2.330 millones de euros que invirtió el Santander en la compañía del que fuera presidente del Nasdaq, a las pérdidas de hasta 300 millones que afronta el BBVA, a la exposición superior a los dos millones de Caja Madrid o Banca March, así como a los 36 millones de nueve fondos de pensiones y a los dos millones de tres compañías de seguros. Siete de las diez grandes aseguradoras que operan en España, que representan más del 40% del mercado, descartaron ayer cualquier conexión con la estafa.

Madoff, como hiciera Ponzi en su tiempo, ha puesto en entredicho a los vigilantes del sistema. El Gobierno español anunció ayer que pedirá explicaciones a la SEC, el equivalente a la CNMV en Estados Unidos. «Tendremos que preguntar a la SEC que ha pasado allí. ¿Cómo es posible que los auditores no detectaran lo que estaba pasando?», interrogó ayer David Vegara, secretario de Estado de Economía.

El «Financial Times» aireó ayer la siguiente reflexión, tras conocerse la exposición del Santander y del BBVA a Madoff: «Los bancos españoles están descubriendo que no están tan protegidos como pensaban de los impactos indirectos de la crisis». El rotativo británico ve tocada la reputación de la banca española.