Un conflicto bélico o diplomático, un aumento en las previsiones de la demanda en el futuro, el fin de un gran yacimiento... Hay innumerables causas detrás de la evolución vertiginosa del precio del petróleo en el mercado internacional, por encima de los 130 dólares por barril de brent en la última y convulsa semana. Niveles históricos para el oro negro. Su cotización tiene mucho que ver en lo que paga el consumidor por los combustibles, pero no es lo que más pesa al final de la cadena. La mitad del coste de la gasolina o gasóleo son impuestos, sobre todo, en las seis comunidades españolas que, como Galicia, aplican el polémico "céntimo sanitario" al consumo de los carburantes. El Impuesto Especial de Hidrocarburos, el IVA y el Impuesto sobre las Ventas Minoristas de Determinados Hidrocarburos provoca que los 66,7 céntimos de euro que alcanza un litro de diésel a su llegada a las estaciones de servicio gallegas se dispare hasta casi 1,14 euros para el bolsillo del conductor, según el último informe sobre precios de combustibles elaborado por el Ministerio de Industria, con datos al cierre del primer trimestre.

Empecemos por el principio. En la cuna de los carburantes. Hay varios tipos de petróleo, pero en Europa el más utilizado es el brent. Ligero, ideal para la producción de gasolina, marca las tarifas de casi toda la producción del viejo continente, de África y Oriente Medio. Su valor depende de la cotización, como si fuera una empresa en bolsa, en el International Petroleum Exchange (IPE) de Londres, donde se compra y vende en dólares mediante opciones y futuros. Al igual que el mercado bursátil, detrás de muchos de los vaivenes está la especulación. Tras unos días en los que merodeó los 140 euros por barril, el brent cerró la semana en 134,25 dólares. Un 36% más que la media de su valor en marzo, que nos va a servir para hacer este recorrido por la estructura de costes de los carburantes.

Por entonces, a finales del primer trimestre del año, el crudo rondaba los 98,5 dólares. En pleno éxtasis de la moneda europea y, por lo tanto, del cambio con la americana -un dólar equivalía en marzo por 0,64 euros, según la media de la cotización mensual-, cada barril costaba unos 63 euros. A 39,6 céntimos el litro. El brent se vende en envases de 159 litros. Arranca el viaje del crudo. Pongamos que se compra en México, uno de los destinos más habituales para las petroleras españolas. ¿Cuánto cuesta el traslado? Es difícil calcularlo. Las empresas son reacias a hablar de las tarifas. El transporte se mueve también en mercados de futuros y al ritmo de la especulación.

Lo que está claro, según las fuentes consultadas, es que tras el complejo proceso de refinado, el petróleo convertido en gasolina y gasóleo -con sus respectivos tratamientos, cada vez más complicados por las exigencias de la Unión Europea para mejorar el octanaje y eliminar el azufre- alcanza los 40 céntimos por litro. Aquí acaba la fase inicial de los costes y una de las que tienen mayor peso en la formación de los precios. Hasta un tercio de lo que pagamos viene dado por la cotización internacional de la materia prima.

Márgenes

Siguiente paso. De camino a las estaciones de servicio. Los costes de carga y almacenaje rondan los tres euros por cada litro. A lo que hay que sumar el primer gran margen que se aplica a las tarifas, el que imponen las gasolineras. No todas tienen el mismo contrato con las petroleras y refinerías, con lo que el porcentaje tampoco es igual. Hay puntos de venta propios de las empresas mayoristas, están las abanderadas -con contratos en exclusiva con las grandes firmas-, las autónomas... Las ganancias en este eslabón de la cadena rondan los 14,5 céntimos por cada litro. El precio del gasóleo toca a estas alturas del proceso los 66,7 céntimos. Queda un margen más, cada vez más habitual, con la participación de los intermediarios en la venta de los carburantes, que se pueden llevar hasta 10 céntimos por litro. El precio del gasóleo antes de impuestos en Galicia: 66,7 céntimos.

¿Qué pasa con la gasolina? Básicamente lo mismo. Con unas cuantas salvedades: el precio en origen es más bajo porque el tratamiento en refinería es también más barato y el margen de los suministradores no suele ser tan alto porque, a diferencia del gasóleo, su uso en otros sectores -como la pesca o la agricultura- es anecdótico. Un litro antes de impuestos en Galicia se situaba en marzo en 56,3 céntimos.

El gasóleo se encarece hasta los 96,9 céntimos con el primer impuesto que se encuentra en su camino, el de Hidrocarburos, que recauda la Agencia Tributaria y del que luego separa un 40% para las comunidades. Son dos tipos fijos: 30,2 céntimos en diésel y 39,5 en cada litro de gasolina. El tributo viene marcado por la Unión Europea para forzar una reducción del consumo. El coeficiente que tiene en vigor España en el caso del gasóleo está por debajo de lo recomendado por Bruselas.

Seis comunidades -Galicia, Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid, Castilla-la Mancha y Asturias- imponen una segunda tasa, el Impuesto de Ventas Minoristas de Determinados Hidrocarburos, el "céntimo sanitario". Por eso son las que tienen los carburantes más caros de toda España. La recaudación se destina a financiar la sanidad y actuaciones en medio ambiente. Cada región marca cuánto grava el consumo, dentro de unos límites impuestos por el Gobierno central. La Xunta impone 1,2 céntimos en cada litro de gasóleo y 2,4 céntimos para la gasolina.

El final de la cadena lo protagoniza el IVA. Como cualquier otro producto, un 16%. La única tasa que depende del consumo. A más cantidad, más recaudación. El litro de gasóleo llega a su precio para el consumidor: 113,8 céntimos, el triple que su coste original y el doble que sin los impuestos.