El amor a un equipo se demuestra en las maduras, pero sobre todo en las duras. Y una vez más, los seguidores más fieles del Pontevedra dieron una verdadera lección de amor a los colores. Pese a la decepcionante temporada. Pese a la irregularidad. Pese a las dudas constantes. Pese a los malos últimos encuentros. Aquellos hinchas que no abandonaron al equipo en Tercera eran conscientes de la importancia del choque que ayer acogía la Ciudad Deportiva del Atlético de Madrid. Nadie quería volver a pasar por una pesadilla como la vivida entre el 2011 y el 2015.

Por todo ello, a lo largo de la semana, la afición respondió. Las oficinas del club recibieron entre el martes y el viernes multitud de llamadas de hinchas dispuestos a viajar hasta Madrid para apoyar al equipo en el último partido del curso. Ese en el que el descenso era una posibilidad. Muchos de esos interesados decidieron reservar plaza en uno de los dos autobuses que el Pontevedra fletó de manera gratuita. Otros, simplemente preguntaron por el modo de adquirir las entradas para el partido, ya que preferían viajar por su cuenta.

Finalmente, todo este interés cristalizó en que aproximadamente unas 250 personas aficionadas al Pontevedra Club de Fútbol se reuniesen en un estadio a más de 500 kilómetros de la capital del Lérez para animar a su equipo. A los citados dos autobuses se le unieron decenas de fieles que llegaron en transporte particular, avión o tren para aprovechar el fin de semana. Madrid cambió el rojiblanco del Atlético por el granate del equipo pontevedrés. La Ciudad Deportiva de Majadahonda se llenó de acento gallego. Y el Pontevedra jugó como en casa.

Desde una hora antes del partido la hinchada granate se citó para alentar a los suyos. Los jugadores calentaron con los ánimos de su parroquia y con el comienzo del choque, los gritos de apoyo se potenciaron. Álex González hizo saltar a los suyos de alegría. Y Añón terminó por tranquilizarlos para vivir un final de partido con menos nervios, pese a que muchas orejas seguían luciendo pinganillos para enterarse de lo que sucedía en los otros campos. Por si acaso.

Finalmente, con el pitido final, la grada granate estalló de júbilo. Alivio en forma de alegría para quien ha sufrido mucho y finalmente ve que el problema se queda en nada.

"10 meses muy duros"

Precisamente una de las personas que peor lo ha pasado en todo este tiempo es la presidenta del Pontevedra, Lupe Murillo. Al término del partido, la dirigente del club lerezano destacaba ante los medios de comunicación que la temporada se resumía en "10 meses muy duros". "Estaba deseando que acabara este partido para poder disfrutar una semana de tranquilidad. Nunca hemos enlazado tres o cuatro victorias seguidas. Tuvimos que cesar a un entrenador, apostar por gente de la casa y esperar que todo saliera. Nos da paz. Ahora nos toca borrón y cuenta nueva y volver a empezar", destacó.