El Pontevedra consiguió en Navalcarnero tres puntos muy importantes que le dan una bocanada extra de oxígeno en este complicado tramo final de la competición liguera. Esta victoria, sumada a la derrota del Coruxo ante el Celta B (0-1), permite a los granates salir de puestos de descenso esta jornada.

Un trabajado y merecido triunfo que deja al equipo de Luismi Aredas escapar fuera de los cuatro últimos puesto y puede así depender de sí mismo en las cinco jornadas finales. En una semana muy larga, con la final de la Copa Federación por medio, dos victorias dan valor al esfuerzo pontevedrés pero, sobre todo, sirven para alimentar la moral de un equipo que ha demostrado capacidad para conseguir lo que se proponga. Ayer lo demostró ante un Navalcarnero que sigue en zona de ascenso y al que superó en todo momento.

Había que ir a por el partido y así sucedió. Había que morder, presional al rival, quitarle el balón y así ocurrió. A pesar del posterior devenir del encuentro, las intenciones del Navalcarnero engañaron en los primeros compases de choque. Y es que no habían transcurrido ni veinte segundos cuando el local Cidoncha veía la posición adelantada de Edu y, desde el centro del campo, efectuaba un lanzamiento que obligaba al meta a recular, consiguiendo desviar el esférico por encima del travesaño. Un aviso que no fue óbice para que los granates entendieran el mensaje y se pusieran a trabajar.

Así, poco a poco, el Pontevedra se fue haciendo con el control del esférico y manejando el partido según mejor le venía. Las llegadas se fueron sucediendo, aunque las oportunidades no entrañaban mucho peligro.

En un partido de gran intensidad, el Pontevedra mejoraba según avanzaban los minutos. Tenían controlado el duelo, David Añón y Alex González hacían daño con sus internadas por banda y Kevin y Alex Fernández no mostraban muchos problemas en hacerse con un poblado centro del campo local. Los intentos de inaugurar el marcador siempre mostraban color visitante, pero Isma Gil no tenía mayores problemas en desbaratar las tímidas pero claras ocasiones gallegas.

Pero en esa dinámica llegó el primer tanto del Pontevedra, tras um buen cambio de orientación de David Añón desde la banda diestra, habilitando el cuero a Álex González, quien entraba por el lateral zurdo, llegaba al área y cruzaba el esférico lejos del alcance del guardameta madrileño. Recompensa al dominio ejercido con un gol que noqueaba al Navalcarnero. De ahí al descanso, Mouriño volvería a intentarlo con un remate que se iba a las manos de Isma Gil.

También hubo que sufrir

Tras la reanudación, y con la desventaja en el marcador, Julian Calero dio entrada a su jugador talismán, pichichi del equipo, Joaquín, buscando más mordiente en ataque. Y lo conseguiría ya que, en el minuto 53, un balón largo habilitaba al goleador madrileño, quien se zafaba bien de la defensa pontevedresa y se plantaba solo ante Edu. El remate le salía mal y se marchaba fuera, aunque los locales protestaron al estimar que había sido derribado al intentar rematar. Tres minutos más tarde, clarísima ocasión del Navalcarnero, que rumiaba el empate. Joaquín apuraba la línea de fondo y centraba sobre Edgar, cuyo remate se marchaba lamiendo el poste.

De nuevo, la seriedad y tranquilidad pontevedresa surtieron efecto y en la siguiente oportunidad, al contragolpe, llegó el tanto de la sentencia. Lo conseguía Eder, tras otro cambio de orientación, esta vez de Álex González, quien dejaba el esférico en el área para la entrada del nueve pontevedrés, que no perdonaba, poniendo un 0-2 que a la postre sería definitivo.

Tras este tanto, el dibujo del partido fue claro. Luismi movió el banquillo, dando otro aire al equipo, castigado, aunque no lo demostrara, tras el viaje a Ontinyent esta semana y observó como el Navalcarnero caía en la desesperación y en la precipitación, buscando recortar distancias en el marcador. Aún pudo llegar el tercer tanto, en el minuto 71, cuando un fallo defensivo local permitía que Mouriño se plantarse ante Isma Gil, que resolvía con acierto.

En los últimos minutos, el Navalcarnero apretó, buscó recortar distancias y dar motivos para la esperanza, pero cuando se perdona se termina pagando y el Pontevedra no pasó apenas apuros para mantener la ventaja.