Hay victorias trascendentales simple y llanamente por la necesidad. En pleno invierno seco de resultados, el conjunto lerezano se aprovechó de otro pobre para llevarse un cacho de pan a la boca vital, con el que salió del estado de inanición en el que se encontraba y encontró la luz al final del túnel. El equipo granate triunfó 11 fechas después y acabó con su mala dinámica en un encuentro de sensaciones positivas que debe ser la primera piedra para el resurgir.

Quizá por inacción del rival, el Pontevedra tuvo un partido plácido. El cuadro lerezano comenzó con dudas. El partido era de mínimos, entre dos púgiles que tenían más miedo de perder que ansias de ganar. Las imprecisiones predominaban.

El Pontevedra buscaba iniciar de nuevo el juego desde atrás para amasar la posesión y acelerar en el último tramo. Pero el Cerceda tenía las cosas claras. A falta de capacidad mental para llevar la iniciativa, el equipo de Tito Ramallo apostaba por arroparse atrás y ahondar en la ansiedad de su rival, sabedor de que las prisas por la necesidad de resultados y el hecho de jugar en casa le podía afectar.

Sin embargo, poco a poco el cuadro lerezano fue perdiendo la timidez. No sobaba tanto la pelota como contra el Celta B y buscaba profundizar. Cuando Jorge conectaba entre líneas, lo lograba. Y precisamente de las botas del zamorano iba a llegar el primer tanto. El mediapunta dirigió una jugada que acabó con posición franca para Álex González, que chutó con potencia. Ángel Díez rechazó hacia fuera, pero Hernández cazó el rechace y, pegado a línea de fondo, puso un caramelo al área que Berrocal no llegó a rematar. Parecía que la ocasión se perdía, pero Marcos dentro del área pequeña y, forzado por el marcaje, se anticipó para rematar con un escorzo difícil que acabó con la pelota dentro de la meta foránea.

El Pontevedra superaba uno de los escollos más importantes del choque: encontrar la forma de hacer el primer gol. Y con el marcador a favor llegaron los mejores minutos del equipo, que se desató a jugar aprovechándose de la depresión del Cerceda.

Álex Fernández, una de las novedades en el once, empezó a descolgarse y a hacer daño. Mientras, su tocayo González encaraba una y otra vez con peligro. El Pontevedra ganaba agresividad ofensiva y defensiva tras pérdida con esas dos piezas y las ocasiones caían una detrás de otra.

Un tiro libre de Álex Fernández se iba cerca de la escuadra. Luego Jorge no acertaba a rematar entre palos una gran jugada entre Juan y Marcos Álvarez. Posteriormente fue el turno para el extremo de Narón, que obligó a Ángel Díez a estirarse abajo para evitar el segundo en un chut de falta. Pero Álvarez seguía con hambre y en la siguiente acción conectó con potencia un balón suelto en la frontal cuyo destino fue la grada después de rozar el larguero.

El descanso llegaba en el mejor momento para el Pontevedra, que se sentía liberado y jugando plácidamente. Pero el Cerceda afiló sus uñas en el vestuario y no se condenó a su suerte. El equipo de Luismi dio un paso atrás y los visitantes, dos hacia delante. Y entonces llegaron los peores momentos para el cuadro local, que sufrió más por no tener el balón que por recibir ocasiones. El balance defensivo era positivo. El Pontevedra no se descompensaba y tenía en el área a un Goldar colosal. Pero no era capaz de salir. Hasta que Añón entró en liza.

Cambio de tendencia

Con el atacante coruñés, el Pontevedra se revitalizó. Los granates recuperaron la confianza y, por ende, el balón. El esférico volvió a salir limpio desde atrás. Los locales volvían a tenerla, jugaban sin miedo y arriba tenían velocidad.

Álex Fernández chutó al palo desde la frontal y varias jugadas prometedoras murieron antes del pase definitivo. Hasta que Añón desniveló la balanza. Juan y Kevin combinaron y encontraron el desdoblamiento interior del de A Laracha, que se fue de su par y centró. Oriol despejó y dejó a González con el molde de la volea. Pero el cántabro cazó el rechace, temporizó y sirvió para Jimmy. El lateral zurdo aprovechó su inercia en carrera desde atrás para golpear con violencia y ponerla en la escuadra con la pierna menos buena.

Faltaban 20 minutos, pero la confirmación de que el Pontevedra recibía el balón de oxígeno que tanto necesitaba. La escuadra granate volvió a ganar y, aunque el rival no fuese el más competitivo, dejó herido de muerte a un enemigo íntimo y sumó tres puntos vitales. La alegría volvió a Pasarón.