El deporte puede con todo. Incluso con lo que parece imposible. Así se lo ha propuesto Santiago Malvar, profesor de artes marciales en su club de Monteporreiro y que ha iniciado un proyecto por el que pretende crear un apartado deportivo competitivo para personas con todo tipo de discapacidades.

Malvar conoce bien la sensación. Tuvo que dejar de competir en taekwondo cuando se le descubrió una enfermedad neurodegenerativa extraña, el síndome de Arnold Chiari siringomielia, que le restó una movilidad en sus articulaciones vital para practicar el deporte. Sin embargo, Malvar no se rindió y comenzó a competir a nivel paralímpico. Y hasta su retirada, logró éxitos internacionales.

Ahora, una vez alejado de la competición, ha decidido lanzarse a la piscina con una iniciativa "pionera" a nivel nacional e internacional. La propuesta cuenta con el respaldo de la Federación Española de Artes Marciales Coreanas, que engloba varias disciplinas.

Su objetivo es rematar un reglamento que tiene muy avanzado para este apartado deportivo y que incluirá 58 variantes de discapacidad, muchas más de las que se contemplan en la actualidad dentro de cualquier escrito.

"Nunca nadie había apostado por algo tan inclusivo y global", expresa Malvar. Su idea es que los límites los debe poner la propia persona. Hacer artes marciales no es imposible ni para un ciego, ni para un sordo ni para una persona con discapacidad severa a nivel motor.

Así lo demostró ayer en la primera de las clases que él, junto al Club Rolly de Caldas organizó en la Casa Cultural de Monteporreiro para decenas de personas de la asociación Amizade.

Su idea es seguir avanzando y demostrar que cualquiera puede competir. Su próxima idea será, si es posible, incluir a personas con Síndrome de Down y otro tipo de discapacidades psíquicas en una futura colaboración todavía no cerrada con el Juan XIII.

De momento, ayer los asociados a Amizade pudieron empezar a romper una de esas limitaciones y demostrarse a sí mismos que, si quieres, puedes.