El Pontevedra comenzó la temporada como si aún siguiese de vacaciones. La puesta de largo oficial del equipo se tradujo en un gol en contra en el primer minuto. Un inicio que dejaba entrever que ayer no iba a ser la mañana de los visitantes.

El cuadro lerezano saltó a Barreiro amodorrado. No tuvo intensidad y se encontró con un bofetón madrugador que le puso cuesta arriba un partido en el que nunca se sintió cómodo y perdió con justicia, aunque pudo empatarlo gracias a su empuje.

Precisamente esa garra de la segunda parte fue el aspecto más destacado de un bloque remozado, que demostró que todavía está en construcción. Porque ayer, con siete nuevos futbolistas en el once inicial, la escuadra de la capital tardó un mundo en encontrarse en la mañana de Barreiro. No fue hasta el novedoso parón para refrescarse, a los 25 minutos, cuando el equipo pontevedrés comenzó a darse cuenta de que esto ya es la liga, por mucho calor de agosto que azote.

El líquido hidradatante ejerció de despertador para el Pontevedra, hasta entonces inoperante en ataque y meneado en su posicionamiento defensivo por la frescura del Celta B. Buena muestra fue la primera jugada ofensiva del filial, que surgió tras una pérdida de los foráneos. El conjunto dirigido por Albés trenzó una jugada rápida ante la parsimonia de los tres centrales de granate.Brais Méndez filtró un pase fantástico a Drazic y el serbio, libre de marca, no perdonó de tijera.

El tanto no ejerció como estimulante y en la siguiente acción, una jugada casi calcada en su gestación acabó con Juan Hernández ante Edu y el meta tudense sacando una mano prodigiosa para evitar que la cosa se convirtiese en un gol por minuto.

El Pontevedra intentaba tener el balón para comenzar a plantar cara, pero no encontraba ni soluciones naturales en su posicionamiento, ni ideas.

El Celta B esperaba en tres cuartos y cuando el balón recaía sobre el costado derecho de Goldar, adelantaba líneas para arrinconar a los de granate. Ante esta situación, con Carlos Ramos y Jorge Hernández alejados del inicio, el recurso era el balón hacia un Etxaniz que era insuficiente para generar peligro por sí mismo. Faltaba profundidad. Era necesario un cambio, porque el Pontevedra no inquietaba a Sotres. Y llegaron dos.

Mejora evidente

Luisito, recluido en la grada, entendió lo que pasaba. Hacía falta más gente en el centro del campo y para ello entró Prosi, que dotó al equipo de más sentido. Mientras, Añón otorgaba soluciones a base de desmarques. El equipo no encontró del todo la continuidad en su juego, pero su mejora hizo que llegasen las ocasiones.

Prosi se revolvió en la frontal y sacó un chut que hizo volar a Sotres. Álex Fernández puso un balón desde la izquierda que Etxaniz mandó alto de cabeza. Entremedias, Drazic perdonaba ante Edu tras un error de Kevin. El Celta se encontraba con espacios, pero no sabía gestionarlos.

Mouriño entró por Carlos Ramos y se convirtió en el vértice superior del rombo del centro del campo. El Pontevedra tenía futbolistas para asociarse por dentro, pero caía en su propia precipitación. Prosi y Álex Fernández fijaban en bandas y dejaban a Mouriño y a Kevin como llaneros solitarios en sus respectivas parcelas.

Aún así, el empate parecía poder llegar por empuje. Tras un córner, un barullo en el área acabó con Goldar chutando de tacón como recurso. Un defensa evitó, bajo palos, el empate. Y cuando parecía que la igualada estaba cerca, el Celta soltó otro zarpazo. Un saque de puerta a media altura llegó a campo del Pontevedra ante el páramo en la zona ancha. La zaga estuvo lenta y se dejó comer la tostada por Brais, que se hizo hueco y chutó raso. Edu llegó, pero no pudo detener la pelota y ésta acabo entrando por alto.

Parecía el final del choque, pero el equipo de Luisito no se rindió. Y en la mejor jugada colectiva del partido, los medios se asociaron para abrir a la incorporación de Muñoz, que centró al área. El balón quedó suelto y Añón golpeó a gol. Quedaba tiempo y el Pontevedra vio sus opciones de arañar un punto. Pudo hacerlo, en un golpeo largo que el punta vasco peinó hacia Mouriño. El porriñés se quedó ante Sotres, pero el guardameta le ganó la partida y privó al Pontevedra de un empate que no hubiese sido merecido.