Victoria con relativa solvencia para el Pontevedra en Burgáns. El equipo granate venció en uno de sus campos de entrenamiento habituales a un Porriño que solo le pudo aguantar media hora. A partir del gol de Antón, el equipo capitalino fue muy superior y gozó de numerosas ocasiones para cerrar el encuentro con un resultado escandaloso que, finalmente, no llegó.

Comenzó el Pontevedra con pereza. Mandando, pero casi por inercia. El Porriño saltó al campo respondón. Era un amistoso y Rubén Sotelo lo sabía, por lo que aprovechó la prueba para exigir desde el inicio del juego a su rival. Eso dificultó más la salida de balón de un Pontevedra que, poco a poco, fue entrando en calor dentro del frío ambiente que reinaba en un Cambados más pendiente del Albariño que del fútbol.

Luisito pedía ritmo a su equipo y éste lo fue consiguiendo con el paso de los minutos. Ayudó enormemente que en el sistema de tres centrales se ubicasen tres mediocentros natos como el juvenil Garrido, Kevin Presa y Álex Fernández. La salida era limpia y tanto Juan Barbeito y Jimmy, desde los carriles, como Mouriño y Carlos Ramos,por dentro, otorgaban soluciones para avanzar metros y asentarse en campo contrario.

Precisamente los dos centrocampistas fueron la clave del dominio con el que poco a poco fue envolviendo el partido el Pontevedra. Mouriño se hacía con el mando y Carlos Ramos iba adquiriendo protagonismo en un escalón más alto. Sin embargo, ahí se le apagaban las luces a un pontevedra carente de referencia arriba. El juvenil Antón se escondía demasiado en la mediapunta y el equipo no encontraba relevo para acercarse a la meta pese a la movilidad de un, otra vez, notable Lezcano porque Marcos Álvarez, que le acompañaba en punta de ataque, no se terminaba de ubicar y todavía no ha encontrado la chispa.

Pero fue Mouriño, el arquitecto granate y mejor jugador del primer tiempo, quien regaló al equipo de su ciudad natal la oportunidad más clara del encuentro. El porriñés pecó de exceso de confianza en un balón dividido que trató de domar cuando estaba de espaldas y en frontal del área propia.Carlos Campo lo robó y chutó a portería con veneno para hacer lucir a Anxo, que se estiró para arañar el balón y mandarlo al palo.

Fue un aviso para el Pontevedra, que a partir de entonces puso una marcha más y pronto encontró el premio. Tuvo que ser en una genialidad. Tras una jugada trenzada por la banda derecha, Antón recibió con su nuca hacia portería. No era posición de aparente peligro, así que el Porriño le dio un respiro y el canterano no lo desaprovechó. Se giró rápidamente hacia su perfil izquierdo y sin pensárselo ni mirar hacia portería, lanzó un misil teledirigido que se coló por la escuadra contraria. Reivindicación total. A partir de entonces, el chaval creció en confianza.

El tanto hizo daño al Porriño, que dudó. Y en esa tesitura apareció Lezcano, una pesadilla para la zaga rival durante toda la tarde. El delantero vilagarciano vio en la cara de su par indecisión y le retó en velocidad. Lo superó con poco ángulo desde la izquierda, buscó sin fortuna el palo largo con rosca.

Añón lo cambia todo

0-1 al descanso. El Pontevedra mandaba con justicia, pero debía mejorar. Y vaya si lo hizo. Tan solo fue necesaria la presencia de Añón. El atacante coruñés sustituyó a Marcos Álvarez en el que fue el único cambio en el intermedio por parte del equipo de la capital de la provincia.

Con la movilidad de Añón unida a la de Lezcano, el Pontevedra ganó variantes ofensivas. La defensa azul, comandada por el veterano excoruxista Pablo García, no encontraba la forma de frenar las internadas granates, muy verticales pese a la carga física en las piernas. El Pontevedra no se recreaba y si tenía la más mínima oportunidad, apostaba por poner la directa hacia portería rival.

Carlos Ramos chutó a las manos del meta en posición franca y luego perdonó tras una gran jugada por izquierda de Kevin Presa. El ponteareano demostró su solvencia física. Se marcó una excursión por la banda, superó a su par por potencia y acabó poniendo un centro medido para un Ramos que lo vio tan claro, que la tiró fuera.

La de Carlos fue tan solo la primera de la multitud de ocasiones que el cuadro lerezano desaprovechó. El Pontevedra generaba fútbol por todos los lados. Con la nueva referencia ofensiva, el juvenil Juan se soltaba por la derecha y percutía una y otra vez, ya sin miedo a fallar. También Antón jugaba más cómodo y Garrido demostraba solvencia atrás. Y fruto de ese buen juego, en una internada por el costado zurdo de Añón, Lezcano puso el segundo y definitivo tanto con un cabezazo colocado a contrapié del cancerbero.

Luego llegaron más oportunidades para Añón, al que se le negó el gol ayer, Adrián León, Miguel Muñoz o el propio Lezcano, que robó un balón al último hombre pero no definió ante el portero. Por aquel entonces, Luisito ya había introducido a su segunda unidad. Con los cambios, el ritmo bajó, pese a que Jorge Hernández se empeñó en dejar los mejores destellos del encuentro desde la mediapunta y cerrar con comodidad el cuarto partido de pretemporada.