Cayó. Pero lo hizo con el orgullo intacto y la cabeza bien alta. E incluso amagando con una remontada que era quimérica, pero que por momentos pareció hasta factible. El Pontevedra fue capaz de transformar en creyente a todo aquel aficionado agnóstico en cuestión futbolística. Porque el bloque lerezano se sacudió los complejos y, sin nada que perder, trató de tú a tú a un Murcia que vio peligrar la enorme renta cosechada en Pasarón.

Fue ese losa de la ida un hándicap demasiado grande en la eliminatoria. Darle la vuelta al 1-3 parecía tan complicado como para un novato escalar el Everest. Pero el cuadro pontevedrés dio vida a la eliminatoria tirando de orgullo y, por supuesto, de fútbol.

Luisito introdujo un once revolucionario en el que primaba el buen trato por el balón. Con una línea de tres atrás formada por Álex Fernández, Kevin Presa y Bruno, el bloque lerezano pudo defender más alto por la velocidad de sus piezas y mejoró la salida de balón. Ante la ausencia de Barco, el técnico teense redobló su apuesta por el cuero raseado. Se trataba de salir jugando y solo buscar el balón largo como última opción. Porque además, en la sala de máquinas, Luisito juntó a un Trigo polifuncional con Mouriño y un Jacobo Millán excelso que se movió entre líneas y resultó, al igual que en la ida, indetectable para las filas murcianas. Jacobo fue el principio de todo. Pero Eneko Eizmendi fue el final. Porque el extremo vasco actuó como referencia ofensiva pegado a la izquierda y desde ese sector encontró una mina de oro el Pontevedra.

Perdona el Pontevedra

Precisamente con Millán y Eizmendi como protagonistas llegó la primera gran ocasión para el equipo lerezano. El vasco encaró a la defensa desde el perfil zurdo y encontró a Jacobo en la frontal, que le devolvió de primeras el balón en una pared que le dejó ante Simón. Eneko lo tenía todo para traducir el dominio del Pontevedra en el primer cuarto de hora en goles, pero marró. El vasco telegrafió demasiado sus intenciones y chutó sin malicia. Simón rechazó el disparo y evitó un agobio mayor para un Murcia que no entendía la forma de maniatar a su rival.

La ocasión de Eizmendi fue el culmen del fútbol asociativo del Pontevedra que a partir de entonces, siguió tratando de combinar pero no puso en más problemas a Simón durante todo el primer acto. El equipo granate (ayer de blanco), dominaba. La pelota pasaba más tiempo en campo local, pero las ocasiones brillaban por su ausencia.

Poco a poco, el Murcia fue quitándose la torrija inicial. Sin llegar a imponer su ley, el cuadro locatario igualaba las fuerzas basándolo todo en un Sergi Guardiola omnipresente. Desde los envíos al delantero, el resto del equipo crecía. De hecho, el punta de Manacor pudo romper la igualada inicial poco antes del descanso. José Ruiz centró raso al corazón del área, donde el chut del punta se fue alto. Fue el epílogo a un primer acto del que el Pontevedra se fue pensando que había dejado escapar la oportunidad de meterse en la eliminatoria.

Sin embargo, todo cambió al comienzo del segunto tiempo. El Pontevedra mantuvo la identidad y en una de sus primeras llegadas encontró por fin el primero. Íker Alegre dobló a Bonilla y centró desde la izquierda al área. Eneko se anticipó a Golobart y, a la media vuelta, puso el balón cruzado en la cepa del poste para el 0-1.

Saltaba la sorpresa. El Pontevedra confiaba y al Murcia le entraban las dudas. Entonces el equipo local sacó su versión más veterana. Comenzó a intentar monopolizar más el balón y quiso desperezarse. El partido entró entonces un ida y vuelta que le salió cruz al equipo de Luisito. La escuadra del Lérez llegó con peligro, pero quien golpeó fue el Murcia en una contra finalizada por Guardiola.

Quedaban 10 minutos y el Pontevedra seguía a dos goles de pelear por el ascenso, en este caso en forma de prórroga. Y el equipo no bajó los brazos. Ya fundido, lo siguió intentando, dispuso de llegadas y reclamó un penalti en el 90 cuando el colegiado ya había concedido uno previamente al Murcia por mano de Trigo que Edu paró a Curto. Así, el Pontevedra murió matando y amagando con un milagro que no hizo sino darle más valor a la fantástica temporada del equipo.