Y el Pabellón Municipal volvió a ser el de los mejores tiempos. Cisne y Teucro anunciaron un gran espectáculo como regalo para Pontevedra y la gente respondió. Pese a la coincidencia con la quema de Ravachol y pese a la presencia de la televisión, que invitaba a los más perezosos a vivir el derbi desde el sofá, los puentes sobre el Río Lérez se convirtieron en caminos de peregrinación hacia la que ayer fue catedral del balonmano no solo pontevedrés, sino gallego.

El recinto deportivo acogió una de sus mejores entradas en los últimos años para vivir un duelo vibrante. Nadie se arrepintió de acudir, porque los allí presentes vieron con sus propios ojos un pedazo más de la historia de esta ciudad. El Cisne logró un empate por fin contra su alter ego municipal y el Teucro alargó su racha hasta los 20 encuentros sin perder y está un punto más cerca del ascenso.

Dos equipos en casa

Ambos equipos se jugaban mucho y eso se demostró. Cada una de las aficiones tenía claro que debía ser más que la rival. Y para ello, ambas emplearon lo mismo: tambores de guerra. A base golpes al bombo con baquetas, "las dos Pontevedras" quisieron intervenir en la confusión y dejar claro que era su equipo el que jugaba en casa. En realidad, ninguna dejó de llevar razón, como así lo sintieron los jugadores de Cisne y Teucro.

Unos en una grada, otros en la otra. Separados por una pista metáfora de la serpiente de agua que separa las sedes de uno y otro equipo. Pero retándose. Siempre con respeto, pero peleando por ver quien era la más ruidosa. Comenzó ganando la del Teucro, animada por el buen hacer de su equipo. Los bombos azules preponderaban en el Pabellón como si de un sábado cualquiera se tratase.

Pero poco a poco, el Cisne fue comiendo terreno, como en el partido. Con aficiones ilustres como Francis Lorenzo, la afición cisneísta, que no dejó de animar en las malas, se creció impulsada por su equipo. Los tambores de guerra sonaron entonces en la otra grada. Y la guerra sonora y pacífica estuvo servida. Porque desde entonces, unos y otros compitieron por hacer más ensordecedor el ambiente y dar fuerzas a sus respectivos conjuntos desde la grada.

Al final, ambas riberas sonrieron con el empate en un encuentro que se convirtió en fiesta para la ciudad, la provincia y toda Galicia, como se demostró en los prolegómenos, cuando el himno autonómico hizo acto de presencia junto con las banderas gallega y pontevedresa. También entonces fue momento para los homenajes. En este caso, el del Cisne, que quiso bañar de honor a Rafa Dasilva, exjugador de la entidad y del Teucro, y a Pablo Vidal, otro antiguo cisneísta que no pudo estar presente.