El Pontevedra es un ciclón en su estadio. El cuadro granate no deja títere con cabeza. Cada rival que visita Pasarón, acaba hincando la rodilla ante los granates, convertidos en Atila, el rey de los hunos. El bloque pontevedrés está haciendo honor a la leyenda de su etapa más brillante, cuando cada partido en el feudo de la ribera del Lérez era un 1 seguro en la quiniela.

Ayer, ni un favorito como la Ponferradina fue capaz de poner ni tan siquiera en aprietos. Porque los pupilos de Luisito demostraron una solvencia impropia de un equipo que, teóricamente, no aspira a disputar la fase de ascenso a Segunda División. El Pontevedra completó un partido serio, solvente y efectivo. Como un equipo grande. No concedió apenas oportunidades al que, a priori, es el gran favorito a proclamarse campeón. Edu apenas tuvo que hacer una parada en el añadido, con todo el pescado ya vendido. Y desde esa solidez granítica, el bloque lerezano construyó su pleno de triunfos en casa. Otro uno en las apuestas y ya van siete.

El Pontevedra entendió en todo momento cómo comportarse. Salió predispuesto a mantener su inercia positiva en casa. Pronto avisó Jacobo Trigo en su nueva faceta de llegador. El mediocentro de Baiona aprovechó su físico, descansado todavía en los primeros minutos, para asomarse al área y soltar un zarpazo envenenado que Dinu no pudo atrapar. El esférico se quedó muerto y entre Álex González y Barco no lograron rematar por el estorbo oportuno de Gonzalo.

El aviso pareció despertar a la Ponferradina. El cuadro berciano entendió que si se echaba atrás, su suerte dependía única y exclusivamente del acierto granate. La Ponfe dio un paso adelante y comenzó a acaparar más balón. El esquema defensivo impuesto por Munitis favorecía en este caso los intereses del cuadro berciano, que ganaba en el centro del campo por acumulación.

El choque entró entonces en terreno fangoso. La velocidad de juego era elevada. Dos equipos de nivel se batían el cobre y los errores eran la muletilla más reiterada en el guión. El Pontevedra cedía terreno, pero no se dejaba acogotar. La Ponfe, que tan solo inquietó al inicio en una acción de Abel, no encontraba huecos en el entramado defensivo granate. Tan solo Chavero ponía cordura al juego de los suyos. Lo mismo sucedía en el campo contrario. En juego estático, el Pontevedra sufría. Aunque en una buena acción de contragolpe pudo adelantarse. Álex González centró desde la izquierda y Barco, en boca de gol, no cazó el balón por poco. Luego, en la única jugada colectiva elaborada a fuego lento de la primera mitad, Jacobo vio como un gran disparo tras dejada dentro del área de Mouriño se iba fuera por escasos centímetros.

Penalti decisivo

El encuentro se iba al descanso con una igualada merecida. Ninguno había impuesto sus credenciales. La séptima victoria en casa parecía difícil, pero al inicio del segundo acto, el Pontevedra encontró el premio. Miguel puso un centro desde la derecha, Barco se impuso en su faceta de cazador de balones y la pelota dio en las manos de Xisco Campos. Penalti evidente. Bonilla, especialista a balón parado, se encargó de transformarlo con un disparo inapelable. El bloque lerezano se ponía otra vez por delante. Y en ese contexto, es muy difícil ganarle.

El equipo pudo dar un paso atrás, pero no fue el caso. El conjunto berciano acaparó más balón, pero el Pontevedra siguió buscando la forma de defenderse con el esférico. La Ponfe trató de inquietar a Edu, pero el equipo supo cortocircuitar a su rival, incómodo una vez dio un paso adelante.

Y lo que acabó llegando fue la sentencia. Pudo ser de Trigo con un gran remate que el colegiado anuló por fuera de juego, pero acabó siendo en un centro a balón parado de Bonilla. El lateral envió un gran envío, aunque el remate era complicado. Dio igual. El atacante tiró de versatilidad, se lanzó en plancha y acabó colocando el balón en la red. Fue la sentencia de un Pontevedra que sigue acumulando credenciales.