Uno de los más críticos con Mouriño es su predecesor, Horacio Gómez. "Lo vivo con la preocupación de que se está tratando a un club que lleva casi cien años representando a Vigo y a Galicia como si fuese una mercancía. No me gusta nada. Él es el dueño y puede hacer con sus acciones lo que quiera, pero no creo que sea nada bueno para el club, para la afición y para el sentimiento que representa", señala Gómez. "El sentimiento de identidad y el cariño hacia el club que tenemos los celtistas no lo van a tener [los compradores]. Al final no deja de ser un grupo empresarial que tratará de rentabilizar su inversión", subraya. "Esto es un negocio que busca rentabilidad". El presidente celeste entre 1995 y 2006 rechaza que esta venta tenga algo que ver con la que él mismo formalizó con Carlos Mouriño. "Él tenía la ilusión de ser presidente del Celta desde niño y siempre pensé que el día que se fuera lo dejaría en manos de su familia o de empresarios de la zona o al menos de Galicia, pero luego los tiros han ido por otro lado", apunta Gómez, que califica la operación como "una pura transacción mercantil". Al exdirigente le llama la atención que en el nuevo logotipo corporativo del club desaparezca la palabra Vigo y sospecha que esto es un signo de que la operación viene fraguándose desde hace ya bastante tiempo, sin contemplar otras alternativas. "Es una operación fea y falta de sentimiento que muestra lo que este hombre quiere al Celta: nada".