En sus ratos fuera de la piragua, cuando no está ganando medallas, Óscar Graña incluso rescata a mujeres que han caído en el Río Lérez. Lo hizo el verano pasado, mientras entrenaba, y también fue noticia por ello. A pesar de engordar con esto su condición de leyenda, este Policía Nacional, que comenzó a remar a los 13 años, asegura que no es su intención dejar por inactivos al resto de seres humanos del mundo. Él solo entrena y gana con la naturalidad de lo cotidiano, aunque aún conservan la ilusión. Él y su inseparable compañero en C2 Ramón Ferro.

- Teniendo en cuenta que trabaja ¿de dónde saca el tiempo para entrenar al nivel que exige el deporte de élite?

- Tengo un turno de trabajo un poco diferente al del resto de compañeros, lo que me permite entrenar mañana y tarde, programar las sesiones para entrenar los sábados y domingos a media tarde? Así que hay que sacar el tiempo de los ratos que no trabajo, gracias al horario que tengo y a la tutorización de la agrupación deportiva del Cuerpo Nacional de Policía que me permiten compatibilizar ambas cosas.

- ¿Qué piensa cuando la prensa habla de usted en términos de leyenda o historia del piragüismo? ¿Se siente una leyenda?

- Suena bien, la verdad. Hoy he visto en la prensa local que pone "hito". Lo cierto es que Ferro y yo somos un hito. En España, en la larga distancia, somos la única pareja que lleva tantos años juntos y tantas medallas. No hay ninguna otra pareja en canoa que lleve tantas medallas y, a este paso, no la va a haber, porque 11 años son muchos años con la misma pareja. Tienen que darse muchas circunstancias y que salga todo bien. Hay regatas que no han salido bien, pero es verdad que hemos hecho historia en el piragüismo nacional y quedará para siempre.

- Tenía 27 años cuando ganó su primera medalla ¿le cogió un poco por sorpresa?

- Sí, totalmente. Habíamos competido a nivel nacional y entonces el nivel nacional no era muy bueno en comparación con el internacional. Llegamos a la primera regata y salimos muy bien. A los 15 minutos de la prueba nos habíamos escapado y nos asustó, porque íbamos nosotros y los campeones del mundo. Estábamos dudando de si estábamos haciendo algo mal, de si estábamos yendo más rápido de lo que teníamos que ir. Son regatas de dos horas y si con la emoción no dosificas bien, igual al final lo pagas.