Ibrahim Baptiste, el delantero nacido en París que hace once años llegó al Pontevedra como una de las promesas del fútbol francés, regresa al equipo granate, esta vez al B. Su historia es la del inflado y estallido de la burbuja que vinculó la propiedad de los clubes con la construcción en los años de bonanza económica. "El dinero que había antes era un desfase. El fútbol vivió mucho tiempo de la construcción y cuando esta cayó se notó", señala Ibrahim al ser preguntado por la variedad de situaciones y sueldos vividos en el deporte del balompié.

La llegada de Baptiste al Pontevedra se produjo cuando tenía 20 años. Entonces procedía del Nantes, club francés de primera división en el que no encontró sitio. Un campus de la entidad granate sirvió para que el entrenador del Pontevedra de aquellos tiempos, Alberto Argibay, se fijara en el atacante francés que pasó en el equipo dos temporadas hasta que la entidad decidió no renovar su contrato.

A partir de ese momento su carrera saltó una y otra vez, en diferentes direcciones. Primero hacia Catalunya, al Hospitalet en segunda división, de donde huyó seis meses después para regresar a Galicia. Allí tuvo como técnico a Jordi Roura, exentrenador del Barça, con quien la relación no prosperó porque, dice Baptiste, "no facilitaban a nadie integrarse".

A su vuelta a Galicia pasó por Portonovo y Coruxo, vivió en Santiago el fútbol del impago y tuvo que abandonar, jugó en el Marcón de Preferente y ahora llega al filial lerezano. Hace tiempo que combina el deporte con su trabajo en tiendas de ropa. Atrás quedan los grandes salarios, el Nantes al que llegó con 12 años sin sus padres y la primera división. El Pontevedra B es su "bonito reto".