Un rebote rescató al Celta en una noche que pintaba tan negra como su fútbol. Un afortunado gol de Nolito a siete minutos del final permitió a los de Berizzo retornar al camino de la victoria después de dos derrotas consecutivas. La victoria alivia, pero no hace olvidar la preocupante imagen dada por el equipo vigués, que jugó a merced del Sporting durante buena parte del encuentro. Le rescató un gol de fortuna y la entrada de Aspas, que se quedó en el banquillo junto a Wass para que jugasen como titulares Bongonda y Guidetti, éste estrenándose como tal. El cambio de caras no mejoró al Celta, que parece haber perdido un punto de inspiración y mucho de la velocidad que ha lucido en el primer tramo de la temporada. Ha llegado el invierno para los de Berizzo.

Como el resto del equipo Nolito entró con mal pie al partido. El Sporting cerró los caminos para llegar hacia él y con Planas le faltó la complicidad que sí encuentra con Jonny. Por eso trató de explorar otras rutas y cuando entró en escena fue para marcar diferencias. Lo hizo al cuarto de hora, al cruzar un pase que dejó a la defensa gijonesa con el molde. Bongonda entró al segundo palo y ante la salida de Cuéllar tocó de forma sutil para que Orellana empujase a la red. Una de esas descargas masivas que el Celta suele hacer sobre el área rival.

El gol ayudó a dominar los nervios iniciales porque el Sporting en el arranque hizo valer su superioridad numérica en el centro del campo. Incomodó a los de Berizzo, que tardaron en encontrar esa brújula que es Augusto Fernández. Pesaron de inicio las últimas derrotas y la serie de partidos sin ganar en Balaídos. Detalles, datos que se supone quedan colgados en la percha del vestuario, pero que acompañan al futbolista al terreno. El gol de Orellana ayudó a apartarlos de la mente y aunque el Sporting encontró la forma de llegar al área viguesa, el Celta resolvió todas las situaciones sin necesidad de que Sergio se implicase, algo en lo que resultó decisiva la vuelta de Cabral para formar pareja con Sergi Gómez. Con ellos los vigueses recuperaron agresividad y anticipación, dos de las características que se han echado de menos en las últimas semanas.

El Celta, que había crecido en el tramo final del primer tiempo, se derrumbó tras el descanso. Como si el intermedio lo hubiesen pasado descargando pescado en la lonja y no reponiendo líquidos. Apretó el Sporting en la presión sobre la salida de la pelota del Celta y los de Berizzo se nublaron por completo. Una versión muy desmejorada de lo que hace una semana se vio en Riazor. La desaparición del equipo resultó alarmante. Incapaz de dar dos pases seguidos, consumido por los nervios y la tensión. En un intento por quitarse el muerto de encima los futbolistas se metían en problemas unos a otros. Al Celta le faltó una idea en el medio del campo, alguien que aportase un punto de tranquilidad, que hiciese salir al equipo de la cueva. No fue un problema de implicación porque el equipo se mantuvo de pie y peleó. Pero no tuvo una pizca de fútbol. Los laterales se quedaron anclados en su campo, Orellana no pudo ejercer de enlace con los puntas y los delanteros vivieron aislados de lo que sucedía en otras zonas del campo. Y cuando les caía un balón tampoco tenían la paciencia de descargar el juego, de entender que lo que pedía a gritos el partido era detener el juego, serenar los ánimos de sus compañeros. Solo Guidetti -flojo en el juego aéreo, pero con calidad en el juego de espaldas- lo hizo en un par de ocasiones. Nolito ha perdido frescura y Bongonda es demasiado joven para entender ese tipo de situaciones. De este modo, al Celta le quedaban los centrales y el trabajo inmenso de Pablo Hernández, tantas veces vapuleado de manera incomprensible.

Por suerte para el Celta al Sporting le faltaba el punto de calidad necesario en los últimos metros para convertir en ocasiones su dominio, ese control que ejercían en el partido. Su presencia en el área apenas se traducía en remates a portería hasta que se produjo otra de las acciones claves de la noche y que compromete seriamente a Sergio Alvarez. Acababa de dar entrada Berizzo a Wass por Bongonda para fortalecer el medio del campo. Sacaba el Celta de puerta en ese preciso instante. De manera incomprensible Sergio entregó el balón directamente a Carlos Castro, que solo tuvo que encararle y superarle en un remate ajustado para poner el empate en el marcador. Una acción incomprensible, pero que confirma el mal momento por el que atraviesa el meta de Catoira en estos momentos y que seguramente llevará al técnico a someter a estudio su continuidad bajo los palos.

En ese momento los fantasmas regresaron en manifestación a Balaídos. Con Wass el Celta tampoco era capaz de serenar el clima. El danés irrumpió contagiado por el virus que parecía afectar a sus compañeros, las mismas imprecisiones, los fallos en la entrega, en la posición. La continuación de Riazor. El Sporting siguió dominando, aunque sin llegar a alcanzar a Sergio. Los gritos del Celta pidiendo auxilio se escuchaban en cualquier esquina de la ciudad. Y apareció Iago Aspas para rescatarle. El moañés irrumpió en el campo y a diferencia de sus compañeros, sí entendió lo que pedía el partido. Un punto de pausa, una gota de talento. Iago sacó a los centrales del Sporting del duelo físico que mantenían con Guidetti y echó la pelota al suelo. Su presencia activó a Nolito, que cambió de manera radical. En una de sus primeras acciones en el campo, ajustó un envío largo al andaluz y una carambola hizo el resto. Cuéllar salió a despejar y lo hizo con tan mala suerte que el balón goleó en el tobillo de Nolito y durmió en el fondo de la portería del Sporting de Gijón. Cruel con los asturianos, que no merecían sobre todo ese modo de perder. De ahí al final ya poco pudieron hacer. El Celta, con Aspas al frente de las operaciones, incluso se permitió el lujo de disfrutar de un final de partido tranquilo. Nada que ver con lo que había sucedido antes.