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Un divorcio poco elegante

Seis meses después de la ruptura entre la directiva unionista y los exjugadores, las posturas siguen irreconciliables

En la única intervención conciliadora del tenso turno de ruegos y preguntas de la asamblea ordinaria de la UD Ourense que abordó la ruptura del convenio entre el club y la asociación de exjugadores de CD Ourense, el doctor Manuel Cabaleiro intentó terciar quizás por última vez. "Los exjugadores querían lo mejor para el club y la directiva, también y, cuando dos quieren lo mismo, lo lógico es que lleguen a acuerdos y que no haya rupturas. El momento no es el ideal para ningún tipo de lucha interna. A ellos hay que agradecerles lo que hicieron. Lo dijo el presidente y yo me cansé de repetirlo. Permanentemente", expuso en su objetivo de recalcar que es mucho más lo que les une que lo que les separa.

Argumentó a continuación la postura de la directiva en apoyo a su entrenador el pasado verano. "No cabe en la cabeza de nadie que dentro de un club popular, la directiva elegida democráticamente por una asamblea de socios no pueda decidir quién lleva la parte deportiva. La directiva no es solo un ente para buscar dinero. Tiene la obligación de dirigir el club. Los exjugadores tenían el derecho de nombrar entrenador hasta la categoría nacional y nombraron a Antonio Dacosta. Cuando se planteó el problema, se les dijo, lo echáis, pero también dais la rueda de prensa explicando por qué echáis a un entrenador con 28 partidos jugados y 28 partidos ganados. Y ahí nadie dijo nada".

Manuel Cabaleiro cerró su intervención con un llamamiento a la unidad y una recomendación: "Las cosas hay que llevarlas con calma. Todos queremos lo mismo, que la UD Ourense sea el resurgir del fútbol ourensanista en esta ciudad y me duele profundamente que tengamos que estar así en una de las asambleas más unánimes que se recuerdan (93 asistentes), por lo que pido a todos, una vez que han sido explicadas las razones por las que se hizo lo que se creyó necesario, que vayamos en la misma dirección, que peleemos por este proyecto, porque Ourense somos nós". La ovación inmediata no enfrió el distanciamiento.

Los desencuentros entre directivos y miembros de la asociación se revelaron profundos, más allá de los modales, que fueron lamentables en su día en la intimidad y volvieron a serlo en una asamblea con descalificativos inadmisibles. El cruce de reproches dejó en evidencia la incapacidad para el consenso, para unir esfuerzos y recursos en una ciudad en la que están contados. Es una constante en el deporte ourensano, y particularmente en un fútbol esquilmado por intereses y egos, que ha deparado una aberrante duplicidad de equipos en la misma categoría y sostenidas por dinero público. En la UD Ourense hubo un pulso desaforado por la soberbia, chirriante en un contexto de cooperación sin precedentes que está poniendo las bases de un proyecto, sin cargas, que ilusiona. Se quedaron unos, una directiva que se sintió ninguneada y que cortó por lo sano, y otros salieron clamando traición. Más vale una vez rojo que ciento colorado, pero por las bravas le ha ido mal, le va mal y le seguirá yendo mal al fútbol ourensano. La catástrofe de 2014 no ha servido de lección. A ver si las nuevas generaciones irrumpen con la escarmentada sensatez del doctor.

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