El Celta rebañó anoche, con el cuchillo entre los dientes, un empate de excepcional valor en el Benito Villamarín en un choque que se envenenó para los de Berizzo con la expulsión de Jonny nada más iniciarse el segundo tiempo. El empate, cimentado en una bella y rapidísima jugada que inició Aspas, maduró Nolito y culminó Bongonda y en una resistencia numantina cuando tocó revolverse en la trinchera, afianza en la cuarta plaza a los celestes, que sacan adelante un compromiso sumamente complicado con bajas muy sensibles y afronta la recta final del año con la convicción de que pueden sacar un mayor aprovechamiento de su plantilla, pues la aportación de los secundarios fue de nuevo anoche, notable. El partido deja, con todo, secuelas. La expulsión de Jonny y su consiguiente castigo dejará a Berizzo con solo tres defensas del primer equipo para recibir el próximo sábado al Espanyol en Balaídos. Pero eso será otra historia.

Anoche, en Heliópolis, el preparador céltico resolvió la ausencia de Pablo Hernández desplazando a Orellana a la media punta, por detrás de Aspas,y Bongonda arrimado al costado derecho, mientras que Wass acompañó a Augusto en el medio del terreno. Un dibujo agresivo, con el que el Celta entró muy enchufado en un inicio de partido intenso que, como el técnico céltico predijo la víspera, se convirtió en una igualada pugna por el control del medio campo. La batalla fue vibrante y sin vencedor claro. Ambos equipos se repartieron la pelota y rivalizaron en iniciativa y agresividad, aunque el Celta armó su ataque con más velocidad y acierto. El equipo vigués pudo dar el primer golpe muy pronto, en el minuto 7, tras un robo de balón de Nolito en tres cuartos de cancha que el sanluqueño dilapidó en ventaja con un mal pase a Aspas.

El Betis, sin demasiada fe, replicó con un disparo desde la corona del área de Cejudo que Sergio desvió con una buena mano y a punto estuvo de aprovechar luego un resbalón de Jonny, presagio la catastrófica noche que iba a vivir al zaguero matameño. Rubén Castro robó la pelota y se la sirvió a N'Diaye, que estrelló su remate en la pierna de Sergio. En la siguiente acción, el Celta desequilibró la balanza. Fue visto y no visto, una acción vertiginosa iniciada por Aspas y culminada por Bongonda tras una perfecta asistencia de Nolito. Poco más hubo en el primer tiempo, apenas un remate manso de Aspas fácilmente por Dani y un tiro de Picicini que no encontró puerta.

El campo se inclinó contra la portería de Sertio nada más reanudarse el choque con la expulsión de Jonny, que agarró innecesariamente a Joaquín siendo el último defensor y enfiló el camino de la ducha antes de cumplirse el minuto 50. Tocaba tirar de heroismo porque desde ese mismo momento Sergio vio sometida su portería a un largo asedio. La estretegia era obligada: resistir en la trinchera acumulando gente entorno al portero con la esperanza de poder armar alguna contra salvadora.

Olfateando la sangre, el técnico bético, Pepe Mel, sacó toda su artillería (primero Valdillo, luego Molina y finalmente Van der Vart) y sometió a la portería celeste a un constante e implacable bombardeo de balones, tratando de aprovechar sin éxito la indecisión de Sergio para salir a por el balón y la falta de centímetros de la zaga celeste, que tuvo que multiplicarse para conjurar el peligro.

Aunque el Celta pudo contragolpear tras una gran jugada de Orellana que Nolito desaprovechó con un mal control, la insistencia del Betis, que estrelló un balón en el poste pero atacó con más fe que pericia, tuvo su premio a ocho minutos del final con el gol de Jorge Molina, que remató desde el cogollo del área aprovechando la única rendija que le dejó un Celta abnegado, que anoche rozó una nueva proeza.