Adil abraza la Copa Federación en la instantánea que inmortalizó la montonera de la celebración. Se aferraba a su sustento. El sindicato de futbolistas trata de agilizar la transferencia de los 90.000 euros que la RFEF concede al campeón de este torneo que tantas heridas ha abierto en O Couto. Con el dinero del premio que le corresponde, Adil espera viajar a Marruecos al acabar la temporada. Su familia no le ve desde hace dos años, ni conoce a su hijo, Adam, que nació el 9 de enero. El centrocampista del Ourense tampoco le disfruta tanto como le gustaría.

Los impagos son puntuales y no queda liquidez para hacer los escasos 100 kilómetros hasta Lugo, donde reside su esposa. Dos alquileres, tres bocas y la distancia. "No puedo ver al niño", es el terrible resumen de una ecuación desesperante. Las expectativas agravan si cabe los problemas que se van apilando con cada mensualidad pendiente de cobro. Adil confiesa que no ve soluciones: "Trabajas como un profesional, pero qué vas a pensar en fútbol cuando estás en esta situación. Se sufre mucho y cada día que pasa es peor. Veo que no sé a dónde voy".

Su conciencia está tranquila: "Entreno como siempre. Nunca voy a bajar los brazos. Y ahí estamos, contentos por la Copa Federación y pensando en el Zamora". Los acontecimientos del último partido en casa contra el Guijuelo le robaron unos minutos que anhela: "Cualquiera al que le guste esto quiere jugar más. El míster me llamó para entrar, pero expulsaron a Capi y tuvo que salir un central".

El Ourense se ha quedado fuera de las cuentas de la promoción y de la Copa del Rey, más vinagre para el drama humano por los impagos, las lesiones y las últimas sanciones. Adil, que ha tenido menos protagonismo que el año pasado porque "la plantilla es más pareja", asume que las oportunidades llegan cuando otro jugador cede el puesto por algún contratiempo: "Estamos en un mal momento. Cada día perdemos jugadores". El marroquí siente a sus compañeros como amigos y en O Couto es el favorito de muchos porque se entrega con franqueza. La convivencia hubiese sido inviable de no ser por la solidaridad, el primer mandamiento del vestuario: "Lo mejor es el grupo. Conozco muchos y si esto pasa en otros sitios cada uno miraría por su culo". No se le escapa que las relaciones con la cúpula rectora están rotas: "En Marruecos si pasa algo así alguno no podría ni salir a la calle". Le cuesta ser optimista: "Cinco meses y medio es mucho tiempo. A ver si cobramos y se soluciona para que no desaparezca este club".

Lo dice con sentimiento porque aquí ha encontrado su segunda casa. "Volver para Marruecos es difícil porque perdería los papeles y el niño tiene nacionalidad española". Adil está ante un trance desconocido. Fue internacional en los Juegos Mediterráneos de Almería y jugó en las primeras ligas de su país, donde como máximo estuvo dos meses sin cobrar. Cuando logró el ascenso con el Meknes en 2012 eligió la maleta y la aventura para prosperar. "En la vida hay que luchar y yo lucharé hasta el final". La próxima batalla, tomar un avión que le ahorre a su familia 30 horas de autobús hasta las playas de Casablanca.