Hubo un día en que Óscar Martínez, Adrián Quintairos y Claudio Giráldez estuvieron en la piel de los jugadores del Real Madrid C que saldrán mañana al césped de O Couto para cerrar la liga. Los tres futbolistas de la actual plantilla del Ourense pasaron por la cantera blanca, donde también hizo una prueba el medio Borja Yebra. Para los últimos rivales del curso, el partido contra los rojillos será el principio o el fin de la eterna criba.

El último en vestir la camiseta blanca fue el defensa porriñés Claudio Giráldez, que hace un lustro (temporada 2007-2008) hizo cumbre en La Fábrica al llegar a un Castilla que entrenaba Juan Carlos Mandía. Estaba en su séptimo año en Madrid, donde subió peldaños desde el infantil de segundo año.

Claudio se formó en la vieja Ciudad Deportiva y vivió la mudanza a Valdebebas, donde ya no mandaba Vicente del Bosque si no Ramón Martínez o Míchel. Pasó por la batuta de Abraham García (que le llevó posteriormente al Atlético de Madrid), Salmerón (actual entrenador del Fuenlabrada) o el excéltico Alejandro Menéndez, con el que se proclamaron campeones de España. También se instruyó con el ayudante de Manolo Díaz en el Real Madrid C, Sebas Parrilla, aunque la mayor huella la dejan los compañeros de litera.

Coincidió con Juan Mata desde cadetes hasta juveniles y además de vestuario compartieron vivienda. Los lazos han perdurado, como demostró el abrazo con el mejor jugador del Chelsea esta temporada en los vestuarios del Tartiere, con motivo del partido que enfrentó al Oviedo con el Ourense en la primera vuelta.

Es el lado amable de la experiencia: "Estar en la cantera del Real Madrid es otra historia, como una burbuja de lujos y de situaciones que, cuando sales, las valoras más todavía", recuerda Claudio Giráldez.

Reconoce que todos los que visten el blanco soportan sobre sus hombros el peso de la tradición: "Te das cuenta de lo que representa llevar la camiseta cuando todos los equipos te ven distinto, te respetan. Muchos partidos los ganas con el escudo. Lo malo es que tienes que jugar al 200 %. Hay un plus de exigencia porque para el rival siempre es el partido del año".

El final rompe el hechizo: "Es complicado llegar arriba. Pasar del B es una criba muy importante", lamenta un Claudio que se sintió muy a gusto en su experiencia en los dos clubes madrileños (no quiso decantarse en la final de ayer del Bernabéu). Como conocedor de la causa, el defensa augura un partido de alta exigencia en el despedida: "Cada jugador se juega su futuro, sus opciones de ir al Castilla. Tienen que aprovechar, y más un partido televisado de cierre de temporada porque es la sensación que queda al final después de hacer un gran año".

Para contrarrestar al blanco, Claudio elige uno de los mantras de Luisito. Nadie está más motivado que el Ourense: "Ganar sería la mejor manera de acabar. Sin jugarnos nada a nivel clasificatorio, el rival es apetecible y jugamos en casa. Sobran alicientes". Su futuro también comienza el lunes, con la nueva planificación y a la espera de que la directiva, en la que confía plenamente, desbloquee las cuentas.