Una reacción temperamental despertó al Ourense de la peor de sus pesadillas. Su victoria sobre el Avilés, la que interrumpe una secuencia de siete jornadas sin ganar, se sostiene sobre una trama de suspense por euforias mal medidas y un intercambio de regalos en las áreas que subió el marcador y las emociones en una montaña rusa desbocada. El desenlace pudo provocar más de una lesión cardíaca, pero los rojillos soportaron el suplicio y se rehicieron para lograr tres puntos que desinflan las urgencias en la clasificación.

En el colmo de las desgracias, el Avilés remontó los dos goles que los ourensanos marcaron antes de la media hora de juego. Un tanto en propia meta de Capi y dos penaltis ingenuos propiciaron que la atmósfera se hiciese tóxica para un equipo que maldice su suerte desde hace semanas. El instinto de conservación fue más fuerte que la adversidad que se le ha venido encima a los de Luisito y los goles de Noguerol, Yebra y Quintairos desataron una bendita locura en O Couto.

La reformulación que imponía la ausencia de dos titulares como Josu y Álex Fernández dispuso al marroquí Adil como pareja de Yebra en el doble pivote y con Noguerol en las tareas de enlace, donde está en más contacto con el balón. La banda derecha fue inédita, con Campillo cubriendo la vacante de Josu y Rubén Arce como interior derecho. El canterano estuvo incisivo en el primer tiempo y forzó el córner que le daría ventaja a los rojillos. Una vuelta después, el Ourense marcaba en una estrategia al cabecear Capi el envío de Yebra. El tanto madrugador permitía a los de Luisito gestionar una ventaja después de muchos partidos a remolque. El Avilés expuso su defensa, pero inquietó mucho a Pato con remates en cadena desbaratados por los defensas. A la contra, primero Óscar Martínez y después Borja Valle escribieron el prólogo del segundo gol. Noguerol progresó por el centro, Óscar peleó el balón en el área y Valle capturó el rebote y lo llevó a la red.

No había peajes hacia las áreas, los defensas contribuían a la inseguridad con deslices, pero el Ourense por una vez estaba más inspirado que el rival. Juanjo González cambió el plan a diez minutos para el descanso al incorporar los centímetros de Miguel y cambiar de banda a su jugador más veloz, Jony. El volantazo le salió bien con la colaboración de los impulsos autodestructivos del equipo de casa. Jony le ganó una carrera a Campillo y al llegar a la línea de fondo puso un balón que Capi torció a su red al estirar la pierna.

El tembleque ya no se disimulaba. Claudio agravó el cortocircuito al perder el balón en el área ante Naya, que fue derribado por Pato. El uruguayo se libró de la roja y Geni transformó el penalti las dos veces que lo mandó lanzar el árbitro.

La segunda parte empezó con otra vuelta de tuerca al martirio. Al tiempo que tocaba balón, Adil arrolló a Juan Díaz en el área y el asistente interpretó que había incurrido en penalti. Para sacudir el aturdimiento, Luisito refrescó el ataque con Sanginés a cambio de Arce. El Ourense daba pasos en estado de shock, buscando el estímulo que le devolviese a la liga. Los rojillos no estaban solo fuera del partido. Era una pájara de campeonato. Con media hora de margen, Pillado se sumó a la caza del empate y Quintairos cerró los recambios, aunque fue Noguerol el que dio los primeros auxilios con una volea en la que se dejó el alma tras el enésimo barullo. Óscar forzó el penalti con el que Yebra rompió las cadenas y Quintairos cerró la puerta del manicomio.