El portero del Ourense paró lo que estaba en sus manos y nada pudo hacer en los remates en el área de Javi Vicente y Moncho que costaron la derrota.

Le ganaron por la mano en el saque de banda que Javi Vicente convirtió en el primer gol. Aportó el empuje de costumbre, pero chocó con el atasco de defensas.

Los interiores del Sanse no le pusieron en aprietos, pero sus incursiones cuando tuvo que transportar el balón fueron demasiado esporádicas y estériles.

Correcto en su cometido. Cuando quiso poner en juego el balón se encontró con la profunda presión de los madrileños. Fue sacrificado en busca de la remontada.

Salpicado por la mala fortuna en los dos remates de gol, el zaguero vigués cumplió en la pelea con David Sanz. Las estrategias ofensivas se le resisten.

Trasladó el balón hasta donde le interesó al Sanse. Ni un paso más. La vertebración del equipo fue deficiente. Lo intentó de larga distancia sin precisión.

Probó tres posiciones distintas a lo largo del partido y, mientras no se retrasó, todo su empeño fue anulado por la persecución a la que le sometieron los rivales.

Mala tarde para delanteros. Cuando el balón ni ronda el área, al atacante solo le queda la chistera de la que extraer la genialidad que deshaga el entuerto. Óscar Martínez siempre se mantuvo alerta dentro y fuera de los dominios íntimos del portero, trabajando para superar las tupidas líneas de defensas y para exprimir su oportunismo. Le faltó un palmo para cambiar el signo del partido en el tercer minuto de juego y le sobraron enemigos en sus siguientes intentos. Gestó la ocasión para Noguerol, lo intentó desde larga distancia y se jugó la sutura en los lances aéreos. La desesperación prendió en él en cuanto llegó el segundo gol del Sanse, verdugo en su último partido como rojillo en 2007 y de nuevo ayer.

Generoso como siempre en el esfuerzo, aunque cuando el partido comenzó a torcerse tuvo que exponerse en banda y no consiguió ensanchar el pasillo.

Ganó presencia en el juego con los minutos tras una primera parte en la que se desesperó. Acusó la inactividad y no le acompañó la fortuna cuando tentó el gol.

Abandonó la banda por exigencias del guión y en el proceso de adaptación no encontró opciones y ayudó a generarlas. Truncó su línea de rendimiento.

Fue el primer movimiento que ordenó el banquillo, pero cuando el partido estaba en pendiente y la defensa rival se multiplicaba. Luchó sin frutos.

Entró al campo cuando Luisito decidió quemar las naves y su margen de maniobra se vio reducido pronto con el segundo gol, ante el que los rojillos capitularon.

El último recambio del Ourense tampoco consiguió abrirse paso entre las líneas rivales. Intentó la asociación por dentro, pero todas murieron al borde del área.