Otra derrota dulce del Celta, la especialidad esta temporada de un equipo que casi siempre encuentra consuelo al que abrazarse en la desgracia. Ayer ofrecieron una imagen decorosa y atrevida ante el Real Madrid, se ganaron a pulso los piropos que le llegaron incluso del vestuario rival, pero acabaron doblando la rodilla en el trepidante intercambio de golpes que propusieron a los de Mourinho. Una idea tan valiente como utópica. La gente y el espectáculo agradecieron la propuesta y el arrojo; la clasificación liguera, no. El Celta cae a la penúltima plaza en vísperas de la dramática visita a Riazor que marcará en un sentido u otro lo que resta de temporada. Del duelo entre los dos últimos clasificados saldrá con el ánimo y el pecho hinchados o camino de la morgue. El partido no acepta término medio y la actuación ante el Madrid tiene que entenderla como un refuerzo de que las cosas pueden cambiar para bien.

Habrá quien piense que el cementerio está lleno de valientes. Lo cree por ejemplo Lucas Alcaraz que hace semanas rascó una importante victoria sobre el Real Madrid a fuerza de presionar y cerrar espacios. Se supone que ese es el único camino que los pobres tienen para alcanzar la cumbre que supone derrotar al coloso blanco. El Celta optó por otra vía. La más arrojada, temeraria si me apuran: ir en busca del Real Madrid. Lejos de extremar las precauciones en defensa Abel Resino ordenó lanzarse a por un equipo que se sintió abrumado porque seguramente no se esperaba que el penúltimo clasificado fuese capaz de optar por esa vía. Aspas pudo marcar en la jugada inicial, un aviso del intenso primer cuarto de hora que regalarían los vigueses y que sirvieron para que Diego López escalase otro peldaño en las preferencias del madridismo. El meta gallego sacó dos remates de Aspas y sobre todo un disparo desde fuera del área de Álex López que Balaídos ya gritaba como gol. El Celta le jugó de inicio al Madrid como si enfrente tuviese a un equipo de mitad de la tabla. Presionó la salida del balón -favorecido por la ausencia inicial de Xabi Alonso ya que ni Modric ni Essien no ayudaban a aclarar el panorama- y adelantó la defensa pese al inmenso peligro que supone dejar muchos metros a su espalda para que Cristiano o Benzema corriesen. La cuestión es que los de Mourinho se enredaron en ese escenario que le planteó el Celta. Atacaron mal, concedieron ocasiones y cayeron de forma repetida en fuera de juego.

El problema fue que los de Abel no fueron capaces de aprovechar "su momento" y cuando el Real Madrid se dio cuenta de la clase de partido que iba a jugar aquello se convirtió en un suplicio para el Celta que resistió el 0-0 gracias a la actuación memorable de Javi Varas, que salvó cuatro goles cantados, y del palo que repelió un remate de Cristiano Ronaldo. Cada cambio de sentido de juego era una ocasión clara porque al Celta le costaba achicar ante un equipo que es capaz de jugar con velocidad y precisión a partes iguales. Con el paso del tiempo también se resintió el cuadro vigués por el cansancio y porque pagó la ocurrencia de alinear a De Lucas en una posición a medio camino entre la punta y los pivotes, que generó cierto desorden en el equipo.

El problema se agravó con la entrada de Xabi Alonso en escena al comienzo del segundo tiempo -el Real Madrid ya tenía quien sacase el balón con claridad y rapidez- y por la lesión de Alex López, uno de los futbolistas que más dinámica le estaban dando al Celta. Los de Mourinho marcaron entonces el primer gol al aprovechar Cristiano un rechace y repetir así la triste historia de Sevilla.

El partido corría el peligro de saltar por los aires porque el Real Madrid estaba en una situación idílica. Pero en ese instante los de Abel tuvieron la suerte que les faltó en otros momentos. Aspas recibió un balón del meritorio Augusto, se revolvió y tras rebotar en Pepe el balón fue a dormir al fondo de la portería lejos del alcance de Diego López.

El partido entró entonces en una especie de locura porque el Celta no pareció medir los riesgos e insistió en su plan mientras Mourinho seguía enviando más jugadores de refuerzo al campo. En una de sus acometidas, siempre con espacio para correr, Varas zancadilleó a Kaká en el área y Cristiano hizo el segundo de penalti. Otro golpe del que costaba imaginar que el Celta se levantaría. Pero lo hizo. El Madrid dio la impresión de sentirse algo cansado y abrió una puerta por la que el Celta intentó entrar de forma estruendosa. Atacaron con decisión, apretaron como no lo hicieron en otras tardes y su arrojo les permitió disfrutar de un par de buenas ocasiones. La tuvo Aspas en un disparo desviado y sobre todo Park -el último en entrar- en un cabezazo que se estrelló contra el larguero. Ahí murió la valentía del Celta.