- ¿En China es todo gigante?

- Es una sensación acertada. Las provincias, las ciudades, los estadios, la pasión, la cantidad de gente que hay. Para hacerse una idea, la mayoría de los desplazamientos en avión son de entre tres y seis horas, más una o dos para ir desde al aeropuerto en autobús al hotel o a jugar, e incluso dos o tres horas más de vuelo si tu sede está muy al norte o al sur del país. Esto mediatiza mucho la competición, la organización, la recuperación o la planificación. Por cuestiones climatológicas dadas por la extensión del país, el calendario que disputamos con el equipo la temporada pasada (llegó para la segunda vuelta) fue de 13 partidos fuera y solo tres en casa.

- ¿Se han cumplido las expectativas que metió en la maleta?

- Es difícil estar tan lejos de la familia, pero la experiencia hasta ahora está siendo muy buena en el aspecto profesional y en el personal al tener la oportunidad de conocer una cultura como es la oriental. Poder ingresar en el fútbol profesional, aunque sea en un país en desarrollo en este campo, ha supuesto una gran experiencia. Poder competir y estar en estadios de 50.000 espectadores ha sido algo inolvidable, y ojalá pueda seguir desempeñando mi labor, creciendo en este inestable y difícil trabajo. A ver si algún día puedo estar a este nivel en Europa, porque sería un sueño realizado.

- ¿Cuáles han sido los mayores contrastes con respecto a la vida y al fútbol en España?

- Socialmente son muy distintos a nosotros en cualquier aspecto que uno se pueda imaginar. El día a día, las relaciones personales de cualquier tipo... Son una sociedad muy marcada por la cultura del honor y el respeto por la salud, la familia y la gente mayor. En cuestiones de alimentación, trabajo, costumbres, ocio o la barrera del idioma, las diferencias están muy marcadas con respecto a la cultura occidental.

- ¿Cómo es el trato cotidiano?

- Culturalmente hablando, la diversidad del país es enorme y dispone de contrastes de todo tipo. Desde la China tradicional reflejada en Pekín, hasta ciudades como Shanghai y Guangzhou, mucho más modernas y cosmopolitas. Te choca mucho el impacto que supone residir en estas ciudades de 20 o 25 millones de personas, con presencia de gente de otros países y en las que pasas totalmente desapercibido, a ser el centro de atención en una ciudad como la que yo vivía, Wuhan, en la China central, con 13 millones de personas. Estaba hiperdesarrollada en algunos aspectos pero, en otros, son difíciles de entender en el siglo en el que estamos. Como por ejemplo que me sacase 20 fotos al día con la gente por la calle por el simple hecho de ser extranjero y tener el pelo rubio, cuestiones que les chocaban allí porque apenas vivía gente de fuera. Esto se multiplicaba con los jugadores extranjeros de color que teníamos en el equipo.

- ¿Es fácil conciliar la cultura deportiva europea con la asiática?

- Las diferencias son notables. Es un país joven en cuanto a la práctica del fútbol se refiere, por ello intentan importar profesionales extranjeros que doten de mayor experiencia y capacidad a los clubes y así poder evolucionar en su desarrollo; cuestiones que en Europa y Sudamérica ya están muy trabajadas, como la prevención de lesiones, la ergogenia, el control del porcentaje muscular o la medicina rehabilitadora occidental, ya que ellos se basan en la medicina tradicional china. Lo mismo ocurre desde el punto de vista técnico y táctico. Quizás están casi a la par en scouting y seguimiento de rivales.

- ¿Cómo ha podido dar el salto a la primera categoría tras solo unos meses en el país?

- La oportunidad viene a través de uno de mis mentores, Luis Casais. Él fue mi profesor en la facultad y el máster. Más tarde me involucró en un proyecto que sería mi primera experiencia profesional, jugando la fase de ascenso a Segunda con el Pontevedra, en la temporada que dirigió Pablo Alfaro. Después de unos años en el sector de la salud, compaginados con el trabajo en las categorías inferiores del Celta y del Ribadumia, Casais me contacta para sustituirlo como preparador físico en el Wuhan Zall de la Liga Jía (la Segunda china), donde trabajo con Zhen Bin como entrenador. Los dos me llamaron este año para incorporarme al club en el que trabajo ahora, el Hebei China Fortune.

- ¿Se convertirá China en una potencia del fútbol?

- Es difícil contestar porque la respuesta está muy mediatizada por cuestiones estructurales de la competición. La más significativa es la limitación de los extranjeros. Cada equipo solo puede tener cuatro y un jugador de otro país de Asia, y en el campo solo pueden estar tres extranjeros y uno asiático a la vez. Esto condiciona mucho.

- ¿A qué se debe el boom económico del fútbol chino?

- A la apuesta clara del gobierno por desarrollar este deporte. Hay una fuerte inversión televisiva (1.250 millones repartidos entre los 16 equipos de la Superliga) y contratos publicitarios de grandes empresas, que se quieren posicionar en el país y en el extranjero.

- ¿El sueldo del staff es homologable al de un profesional de las ligas europeas?

- Depende de si hablamos de equipos top de Europa o de equipos de mitad de tabla o de si aquí hablamos de equipos grandes consolidados o de equipos en crecimiento. Lo que marca mucho esas cuestiones es quién te lleve al equipo y el 'nombre' que tenga. En general, las cifras son superiores.

- ¿Tienen en buena estima en China a los técnicos españoles?

- Por regla general, sí. De entrada, y en parte por los éxitos cosechados por la selección española en años recientes, se abre la puerta a profesionales de este país por la buena consideración en cuanto a nuestra propuesta futbolística. Después es ya una cuestión personal de desarrollo y buen hacer. En esto, un buen ejemplo es Gregorio Manzano y su cuerpo técnico. Su trabajo en Beijing Guoan ha valido para tener una propuesta de otro de los equipos fuertes, el Sanghai Shenshua, e incluso a optar al puesto de seleccionador nacional.