Había cierta resignación en las filas del Frigoríficos del Morrazo con respecto al arbitraje que se podían encontrar en Rumanía. La elección de una pareja macedonia -curiosamente la misma nacionalidad que la del entrenador del CSM Bucuresti- preocupaba, por tratarse de un balonmano más duro que el español, más permisivo con los contactos, y que, sobre el papel, iba a beneficiar a los locales. Y no se equivocaban en el Frigoríficos. Mitrevski y Todorovski fueron especialmente caseros y permitieron campar a sus anchas a los defensores del cuadro rumano, que hasta el minuto 55 solo habían sufrido una exclusión. Fue un arbitraje "a la europea", en el que no faltó alguna concesión a los locales en determinados momentos, como en el arranque de la segunda mitad del encuentro.