El Embutidos Lalinense se regaló ayer un día de paz. Los rojinegros enterraron en la memoria la derrota de la pasada semana ante el Novás ante un Luceros que nunca dio la sensación de poder pelear por la victoria. Buena culpa tuvo un equipo que cumplió con lo que se esperaba de él e incluso por encima. Un parcial de 7-0 mediada la primera mitad dejó el partido sentenciado antes de lo esperado, convirtiendo el resto del choque en una muestra del hambre desbocada de un equipo que no levantó el ningún momento el pie del acelerador.

La mejor noticia para los rojinegros en estos sesenta minutos fue la sensación de haber recuperado señas de identidad difuminadas en los últimos encuentros. Una defensa agresiva sirvió para desarbolar a un rival joven al que le tocó sufrir ante el diverso y divertido arsenal ofensivo de los rojinegros. Fue un choque desigual en ambos campos, un órdago perfecto del equipo de Milucho que sirve para volver a saborear la victoria y prepararse para retos mayores. Para el técnico, la victoria y la forma que dibujó fueron una satisfacción, un motivo más de alegría en un camino hasta final de temporada en el que deben disfrutar cada paso sin obsesionarse con la meta final.