Ya solo quedan cuatro equipos invictos en Tercera División y uno de ellos es el Céltiga. Todo ello después de haberse disputado ya cinco jornadas, lo que da cuenta de la importancia del punto conseguido ante el Silva.

Advertía Edu Charlín en la previa que se avecinaba un partido duro, áspero y trabado. Su conocimiento del rival, unido a la derrota que el Silva había padecido ante el Ribadumia siete días antes, le llevaron a apostar por ahí y el acierto del entrenador del Céltiga fue pleno. Con lo que no contaba quizá era con las dificultades que pasó su equipo en una primera parte, marcada por el fútbol directo y la amenaza del juego a balón parado por parte coruñesa.

El juego empezó muy espeso por parte de los de A Illa. No encontraban la continuidad en sus posesiones y, lo que todavía era peor, estaban facilitando el camino a la portería a su rival con concesiones que no entraban en el guión como excesivas faltas y cierta ansiedad a la hora de encontrar el ritmo adecuado.

En una de esas acciones de estrategia el Silva llevó el balón al fondo de la red. Corría el minuto 20 pero el árbitro anuló la acción por considerar falta del atacante. Aquello fue todo un alivio, puesto que el decorado se ajustaría como un guante a la mayor presencia física de los visitantes.

El descanso fue toda una tabla de salvación para el Céltiga. El equipo necesitaba recomponer ideas y pasar a defenderse atacando mejor. Poco a poco lo fue consiguiendo, sobre todo cuando la velocidad del balón era la adecuada. Sin embargo, entre faltas y tarjetas esas fases no tuvieron la duración más conveniente a los intereses de los de A Illa.

Aunque sin ningún alarde en la elaboración, el Céltiga consiguió apuntar alguna vez hacia el marco rival. Primero con un fuerte disparo de Jónathan y luego con una doble ocasión en la que Del Valle se lució con dos espléndidas paradas cuando prácticamente se cantaba el gol en el Salvador Otero.

A medida que se acercaba el pitido final, los dos equipos trataron de nadar y guardar la ropa. El valor del punto aumentaba a medida que se aproximaba el minuto noventa. La actividad en las dos áreas se redujo de manera considerable y ambas escuadras aceptaron el armisticio tras un partido equilibrado y con escasas situaciones para inclinarlo hacia cualquier lado.