El juego del Celta ayer tenía truco. Los juegos de magia se basan en su velocidad y el despiste del espectador. En el momento en que esas distracciones fallan el sortilegio se desmorona. Caro quiso compensar el desastre de Tenerife mediante un equipo desequilibrado, tan poderoso en ataque como frágil en su cintura. Con estos mimbres asustó al Salamanca, demasiado temeroso para alejarse de Biel en sus exploraciones. Pero equipo local no fue capaz de aprovecharlo y los charros acabaron descubriendo el intríngulis del entramado. El empate tiene la crueldad del niño que desenmascara a un mago barato.

Escenario frío

La frialdad de Balaídos, con sus gradas descarnadas, pesa en el Celta. La importancia de un ambiente caliente es palpable en estadios como el Heliodoro Rodríguez, de reciente visita. A los jugadores célticos les resulta más difícil que a otros anfitriones imprimir a su dominio una sensación de peligro evidente. Decenas de córners, presencia constante en el área rival y Balaídos conservaba un silencio de sacristía. Pero el equipo no tiene otro remedio que atraer a los hinchas mediante buenos resultados. Por el momento deberá jugar siempre en invierno.

Evidente desequilibrio

Al Salamanca le pudo el respeto en la primera mitad. Llegó con un plan premeditado de contención y no se atrevió a modificarlo. Propietario del balón sin necesidad de pelearlo, el equipo vigués agobió a su adversario. Martínez sí leyó la situación y en el descanso invitó a sus jugadores a plantar batalla. Los vigueses ya no volvieron a sentirse igual de cómodos con Zé To aprovechando el espacio entre Vitolo y los centrales para dirigir las contras.

De ida y vuelta

La mayor voluntad salmantina en devolver los golpes descosió al Celta en la segunda mitad. La ansiedad terminó por borrar cualquier coherencia en la relación entre ataque y defensa. El ida y vuelta ofreció más territorio para correr a ambas escuadras, pero con el Salamanca mejor dispuesto. La certeza de la victoria acabó transformándose en el alivio del empate.

El efecto se apaga

Caro, por la tranquilidad que emana y la comparación inmediata con Stoichkov, produjo en el celtismo la sensación de que el ascenso era cuestión de tiempo. Y aún es posible. Hay material sobrado y tiempo de recuperar el terreno perdido. Pero el empate de ayer recuerda que exigirá una segunda vuelta casi perfecta.