Juan Carlos Álvarez / vigo

0 - Celta

0 - Salamanca

Árbitro

Mateu Lahoz n Comité Valenciano. Auxiliado por Canales Cerdá y Gago Santaolalla.

incidencias

Partido correspondiente a la vigésima jornada de Segunda División disputado en Balaídos ante seis mil espectadores.

El Celta pagó ayer ante el Salamanca la irracional semana que acaba de vivir. El empate ante los charros, que complica aún más su ansiada llegada a la zona de ascenso, es una manera coherente de cerrar siete días en el que la vida del club ha girado en torno a las idas y venidas, a los despidos y a las negociaciones de toda clase. Ni una palabra de fútbol y eso, tradicionalmente, se paga. El equipo vigués, el actual proyecto, no abandona su carácter autodestructivo, su tendencia a buscarse problemas cuando menos se necesitan. En un momento de cierta estabilidad deportiva -con el equipo a una distancia moderada de la zona de ascenso- el club y su técnico han decidido agitar el vestuario y generar una incertidumbre en el ambiente que no se sabe cómo va a terminar. Ayer el equipo pagó el despiste en el que ha vivido. Es cierto que en el primer tiempo pudo ganar si no llega a encontrarse con el portero del Salamanca, pero la ausencia de fútbol en general, la escasez de ideas, la falta de rumbo y la debilidad mental en la que el conjunto fue cayendo con el paso del tiempo delatan a un equipo inconsistente, debilucho y con la cabeza muy lejos de Balaídos.

El partido sólo concedió esperanzas a los aficionados vigueses en el primer tramo cuando el protagonista del partido fue Biel, el portero fichado a última hora en un saldo por el Salamanca debido a la plaga de lesiones que afectan a su portería y que protagonizó tres intervenciones de mérito a remates de Okkas, Lequi y Perera en jugadas en las que el Celta explotó los robos de balón y su superioridad en el juego aéreo. El resto fue de una preocupante mediocridad. López Caro había recurrido a Diego Costa en la banda izquierda con Perera y Okkas en punta. Eso, unido a la ausencia de Canobbio, retrasó la posición de Jorge Larena y dejó al Celta sin pase. Tenía la pelota, pero el único recurso para acercarse al área eran las acciones individuales que pudieran fabricarse Diego Costa u Okkas o alguna pillería de Perera. No había combinación alguna y con el paso del tiempo el equipo empezó a vivir de las jugadas a balón parado, muchas, y en las que casi siempre llevó peligro a la portería defendida de forma excepcional por Biel; o de los robos de balón que pudiera provocar la primera línea de presión del equipo y que, con el paso del tiempo, desaparecieron de forma evidente, lo que permitió al Salamanca vivir con más tranquilidad.

La pobreza del Celta se hizo mucho más patente en el segundo tiempo en el que fueron incapaces de generar una sola ocasión de peligro. Todos sus problemas y sus carencias se multiplicaron de golpe. El Salamanca fue mucho más cuidadoso a la hora de elegir los terrenos en los que hacer falta y los de López Caro se quedaron sin el único argumento ofensivo que habían mostrado hasta ese instante. La caída en el rendimiento de los vigueses fue escandaloso. Sólo permanecieron intactos la voluntad -aunque sin acierto- de Perera y la intensidad de los centrales para quienes el trabajo se fue multiplicando poco a poco durante el segundo tiempo. El resto fue la nada absoluta ante un Salamanca que, al ver que se había quedado sin rival, incluso empezó a plantearse seriamente la posibilidad de ganar el partido. Pudo y debió hacerlo si al Celta no se le llega a aparecer un árbitro amigo que anuló un tanto legal de Dañobeitia que se había merendado la espalda de un despistado Roberto Lago antes de superar a Esteban en su salida. El juez de línea concedió el tanto, pero Mateu Lahoz apareció en escena para hacerle un importante quite a López Caro y evitar males mayores. Eran los minutos en los que el Salamanca se había hecho con el control en el medio del campo de la mano de Jorge Alonso y gracias a que el técnico lebrijano había decidido prescindir de Vitolo para dar entrada a Mario Suárez. Los charros encontraron el terreno para lanzar tres contras de muy mal aspecto, pero que siempre encontraron el cruce afortunado de Rubén o Lequi. La incertidumbre en el marcador mantuvo la emoción y la tensión de un Celta que trató de lanzar un último arreón que apenas inquietó a los maños. Ni la presencia de Manchev ni la del joven Ferrán -que hacía su estreno ayer- cambiaron un partido que empezó a complicarse desde que el pasado lunes alguien en el club decidió que durante la semana se hablase lo menos posible del Salamanca y la atención se marchase en otra dirección. Y mientras, el ascenso, cada vez más lejos.